domingo, 28 de septiembre de 2008

Rockola.fm, música a la carta

Estoy enganchada a Rockola.fm, una emisora de música por Internet en la que puedes elegir el estilo del “hilo musical” que quieres escuchar. Una “radio a la carta” puesta en marcha con muy buen criterio y con el oyente como enfoque principal (pues es a partir de tus elecciones, etiquetas, comentarios y marcas como se va configurando el menú de música que escucharás en esa sesión y las siguientes).

En el panel principal aparece una esfera de colores en la que se marcan diferentes estados de ánimo (intenso, sentimental, optimista…) y lo combinas con la opción de “música en español” o “música extranjera” y la década por la que te quieres mover. Con estos parámetros ya está creada tu emisora: van sonando los temas que coinciden con tus especificaciones y te dan la opción de votar si la canción te gusta (volverá a sonar mas música similar) o si no han acertado (ese tema no volverá a sonar más).

La herramienta se está perfeccionando y aún tiene cosas que mejorar pero la idea es buena y tiene, para mí, un aspecto positivo interesante: te permite conocer música o artistas que coinciden con tus gustos pero de los que, tal vez, no habías escuchado nada.

Tiene limitaciones, como por ejemplo la del número de veces que rechazas los temas y sigues buscando. Cuando la herramienta no acierta y sigues buscando varias veces, te dice que debes escuchar algún tema entero para poder seguir escogiendo. Al parecer tiene que ver con la legislación vigente (esa legislación no la conozco). Eso sí, la licencia que tienen parece que cumple con todos los parámetros legales de respeto a los derechos de autor y los permisos de la oportuna SGAE. Para bien o para mal, todo está regulado.

Rockola.fm empezó a funcionar en febrero de 2008 en versión beta cerrada. Es una iniciativa independiente fundada por Joaquín Guzman (antiguo director y locutor de La gramola en M80, Fernando Martín y Carlos de Otto). Se financia en su mayor parte gracias a la publicidad. En Internet no existe aún una versión definitiva y entre lo que están mejorando se incluye la incorporación del espacio de los artistas para que los usuarios publiquen contenido de los mismos, como fotos, vídeos, su discografía, etc y donde ellos puedan incluir material propio fruto de entrevistas a los intérpretes, así como espacio para que los propios grupos puedan publicar material que consideren interesante compartir: su música, sus fotos sus conciertos....

Parece que el proyecto puede dar mucho de sí. Os recomiendo probarlo.


PD.- Como aspecto simpático, es divertido leer las etiquetas que ponen los oyentes a los diferentes temas que suenan. Por ejemplo:

“¡¡me encanta!!” // “que buen rollo” // “verano 2007!!!!!!!!!!!!!!!!” // "mientras cocino" // "recien levantao" // "voz arenosa"…

viernes, 26 de septiembre de 2008

Ya les vale...

Otra vez Telecinco dejándose llevar por el abuso y la falta de rigor. ¿No pueden dejar de informar sobre los detalles innecesarios del accidente de agosto en Barajas? En el informativo de la mañana (uno de los peores que jamás he visto en televisión) se han regodeado mostrando cómo está la llamada "zona cero" (hasta para los nombres son efectistas y reiterativos). No han escatimado en detalles completamente innecesarios sobre los enseres que quedan aún en la zona y que recuerdan a sus propietarios, hoy ausentes. Incluso han alimentado el morbo mostrando una montaña de zapatos y aclarando, tras el impacto de la imagen, que no son de las víctimas sino de una zapatería.



Me pregunto, resultando también poco original: ¿dónde está el límite?


El derecho de la información (al que debería añadirse la cláusula sobre la "utilidad" de la misma como atributo para que realmente pueda llamarse así) no debería saltarse el derecho al silencio de los afectados. Aún así, han rubricado su crónica explicando que el juez ha permitido la difusión de las imágenes. Por favor, no se trata de que sea legal o no emitirlas, es que no es humano.




Así que igual que ellos insisten en lo suyo, yo no dejaré de repetirme: YA ESTÁ BIEN.




domingo, 21 de septiembre de 2008

Lecturas: Mariposas en el estómago

Me llamó la atención el argumento de este libro y el hecho de estar editado por Lengua de trapo fue un aliciente para explorar, sin demasiadas referencias, cómo le habían dado forma. Está claro que el drama de una mujer incapaz de tener hijos es un referente demasiado cotidiano y creo que muy cercano para nosotras. Parece haber algo visceral e irracional que nos vincula con la maternidad, sea positivamente o por su rechazo. En cualquier caso, es una dimensión de nuestra vida que termina por tener un fuerte protagonismo y ante la que terminamos por desempeñar una postura fuerte, sea la que sea, pero nunca como algo indiferente. Al menos, termina por ser algo que plantearnos para decidir qué decisión tomar.

La novela de Sigarrostegui es una obra valiente que, sin embargo, hace alarde de un exceso de prudencia ridículo con su advertencia del prólogo, señalando que la narración no está basada en la realidad. Creo que es innecesario a estas alturas recurrir a aclaraciones semejantes. Las novelas hablan cotidianamente de hechos similares a los de la vida cotidiana. No siempre sabemos si su autor recurre a la propia experiencia, a detalles que otros le confiesan o a su imaginación. Personalmente, no me hace falta saberlo. Y mucho menos, que la autora se protega a priori antes de abordar temas de naturaleza íntima, aclarando que son inventados.

En cualquier caso creo que la novela tiene peso: el que le da precisamente el tema escogido. Es un asunto denso y se expone con crudeza. Como habitualmente se viven los episodios menos amable de la propia existencia.

Ha escogido un tono acorde con el componente obsesivo que termina por caracterizar este asunto: es un tono repetitivo, denso y que transmite los hechos desde la mirada turbia de su protagonista.

Es la historia de un deseo frustrado y de todas las vías que encuentra esta frustración para salir. La infidelidad de la protagonista representada en un hombre insignificante parece la exhibición de su baja autoestima. Ella pierde su norte, pierde la clave de lo que es bueno para ella y se castiga con este desorden, aunque también se libera.

La autora abusa de los “flashes” de la narración interrumpida y de las elipsis. Siempre me ha parecido cómodo construir novelas de este modo y creo que cuando se opta por seguir esta vía lo difícil es encontrar el equilibrio entre lo que se cuenta y lo que se calla. En “Mariposas…” se echan de menos algunos detalles. Tal vez algunos sentimientos o puntos de apoyo para redondear el relato.

Al final resulta que la historia de la infidelidad es la excusa para exponer una historia de soledad, reproche, incomunicación y pérdida de horizontes. La infertilidad es el escenario crudo en el que se despierta la “cosificación” de la protagonista, cuando su cuerpo empieza a no funcionar y empieza a ser de todos menos de ella. Entonces ella se lleva su “yo” muy lejos y lo saca de los territorios comunes y seguros. Tal vez un último intento por demostrar que aún le queda algo de control.

Me parece buena lectura como curiosidad, para explorar los recursos de la narración capaces de provocar reacciones a base de no dar demasiadas claves. Requiere una actitud activa y ganas de retorcer preguntas propias que se pueden despertar al pasear por el relato. Algunas innovaciones me parecen innecesarias o mal equilibradas. Se echa en falta algo más de emotividad explícita en los personajes. Al menos la suficiente como para diferenciarlos y definirlos un poco mejor. Pero creo que esta visión mía puede surgir de una perspectiva demasiado neutra, con algún “tic” que me urge querer normalizarlo todo. Si leo el blog de Leticia veo que su forma de expresión es así de urgente e incompleta. ¿Por qué no va a ser su novela una extensión de esta voz que es la suya? Lo que sí está claro es que su libro no te deja indiferente: remueve y altera. Que ya es bastante, ¿no?

miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Cómo te cuentas las cosas?

Me gusta mucho analizar los tipos de personas con los que me voy encontrando. Supongo que es una cuestión de madurez (no sé si celebrarlo o preocuparme) o de supervivencia, ya que antes solía sentirme desbordada cuando daba con personas a las que no comprendía, o cuyo comportamiento me crispaba o enfadaba. Ahora, si la cosa no es grave (rara vez lo es, y cada vez menos), prefiero retirarme a una esquinita a observar. Es curioso y emocionalmente más rentable. Enredada en este hobby, hace tiempo que observo algo recurrente: me encuentro con personas cuya vida siempre parece funcionar. Hablo de personas a las que las cosas les van bien o no. Que celebran éxitos pero que también afrontan problemas, renuncias, o dificultades. El factor común en este tipo humano parece ser su optimismo. Sin embargo, no les veo tremendamente positivos, al menos, no en lo que tiene de irrealidad o ceguera. Por tanto, algo más tiene que haber.

Observo un poco más de cerca y empiezo a darme cuenta de una imagen, o mejor aún, de un contenido: son sus mensajes. Estas personas se dan a sí mismas un tipo de mensaje en el que todo encaja. Todo tiene sentido y la visión personal es constructiva. En definitiva, estas personas “se cuentan” a sí mismos (y por extensión a los demás) sus circunstancias, de un modo positivo.

No hablo de la actitud (también frecuente) de quien lanza el mensaje de idealidad de todo lo que le rodea (su casa ideal, su trabajo genial, su pareja perfecta, sus hijos adorables…). Son, por el contrario, personas muy sinceras, capaces de diferenciar lo que va bien de lo que va mal, pero en cada momento se cuentan la realidad de un modo en el que todo encaja.

Por lo tanto, creo que este optimismo tiene más que ver con su propia comunicación personal autárquica, que con cualquier otra habilidad social.

Y por eso hay varias veces en las que me he planteado: ¿cómo me cuento a mí misma las cosas? Si tiendo a contarme los hechos cargando tintas en el desastre, me hundiré. Si me cuento lo mal que me van a ir las cosas, me sentiré abatida. Pero si me cuento mi situación como una etapa de transición. O una etapa de aprendizaje. O si me cuento a mí misma mi fracaso como una tentativa que probé y decidí que no era la adecuada... Me estoy contando las cosas de manera que todo está encajando y yo puedo seguir adelante sabiendo que me siento bien en mi pellejo.

Me interesa, por lo tanto, averiguar más sobre esta faceta de la comunicación interpersonal con uno mismo, con las diferentes personas que nos habitan. ¿Qué les vamos a contar y cómo? Perfilemos un buen discurso, sincero y constructivo. La mirada al exterior, después, seguro que nos resulta más amable.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Comunicar mucho, sin hacer ruido

Los chicos de Territorio Creativo dan en la diana con bastante frecuencia al elaborar sus entradas, y sacan a relucir aspectos y cuestiones que todos los que nos dedicamos a la comunicación de empresa nos hemos planteado en alguna ocasión.

Me ha gustado especialmente su reflexión sobre “Con los Social Media, siempre hay cosas que comunicar”. En el campo de la comunicación de empresa este asunto tiene su lógica aplastante: en un contexto en el que abunda la difusión de mensajes, cabe pensar que todo fluye y la renovación debe ser continua. Y así es. La práctica te demuestra que si no haces ruido, si no adoptas un papel activo y te mantienes presente en tu ámbito de actuación, dejas de existir y la fuerza de tu imagen se resiente.

En un primer punto, mi tendencia natural es criticar este hecho: si hay tanta abundancia informativa, si hay tanto exceso de mensajes, si todo va tan rápido… ¿no será mejor canalizar el esfuerzo para ofrecer sólo lo interesante y sólo contenidos de calidad, aunque no compitamos por esta presencia constante e indiscriminada? ¿no pierden efectividad nuestros mensajes si son tan repetitivos? ¿merece la pena el derroche de recursos que obliga a producir contenido constantemente?¿no agotamos nuestra capacidad para suscitar interés?

Sin embargo estas cuestiones no se resuelven razonando en esta línea (al menos en lo que he podido observar con la práctica), sino que sigue primando la necesidad de multiplicar los mensajes pero con matices.

Por tanto, nos encontramos con lo importante que puede ser producir contenidos de calidad pero no por ello debemos olvidar que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, y que los plazos para el trabajo en la cocina no deben impedir que nuestro ritmo sea acorde con el del mercado. Es decir, según a qué se dedique nuestra empresa tendremos que localizar cuál es el grado mínimo de presencia que nos podemos exigir para mantener una cita constante con nuestro público.

Para mí esto ha resultado un dato determinante: la adaptación al entorno. Porque es cierto que la comunicación se vuelve cada vez más extensa y se multiplican el espacio en el que poder tener cabida y ubicación, por eso es interesante saber determinar los diversos marcos de influencia en los que nos queremos mover. No actuaremos igual si nos movemos en el marco de influencia más cercano (nuestro sector profesional, nuestro mercado más concreto) o si tratamos de tener una repercusión más amplia (responsabilidad social, interés general…).

En este sentido, sí creo que hay que dar a cada uno de estos círculos un flujo de mensajes diferente, aunque no nos queda otra que exprimir la creatividad y encontrar lo noticiable con cierta agilidad, pues la realidad es que la multiplicación de oportunidades de comunicar no nos exime de la obligación de resultar medianamente interesantes.

Se nota mucho, de hecho, cuando una empresa adopta el hábito de lanzar mensajes por doquier y el contenido de los mismos es nulo o reiterativo. Al final, esta reputación de “ruidosos” se extiende a todas sus comunicaciones y se convierten en la típica marca cuyos mensajes borramos del buzón de correo sin mirar.


Conclusión:

- Entre ser “ruidoso” y ser “invisible” la clave está en marcarse un ritmo, un hábito que nos permita actualizar nuestra presencia de manera constante.

- Este ritmo deberá estar ajustado al marco de influencia en el que nos movamos y tendrá en cuenta lo dinámico que sea este entorno y nuestra competencia.

- La capacidad de producir mensajes, no obstante, deberá ser fruto de nuestra capacidad para identificar el contenido noticiable. Las fuentes para encontrar este material pueden ser varias:


  • el feedback con nuestro público: dando respuestas a demandas de información que hayamos detectado.

  • la actualidad del marco socio económico: explicando el efecto de los condicionantes externos sobre nuestra actividad, o el papel de nuestra organización ante la realidad del entorno.

  • cifras, balances y datos cuantitativos: de vez en cuando es posible recopilar toda la información acumulada en nuestro organismo y ofrecer información numérica estructurada.

  • tendencias: basándonos en nuestro contexto y posición privilegiada, es útil ofrecer la visión de un sector del mercado que podemos (y debemos) conocer con precisión y sentido crítico.


miércoles, 3 de septiembre de 2008

Lecturas: Personajes secundarios

Me gusta comenzar mis reseñas de libros leídos recordando cómo llegué a ellos. En muchos casos es una forma de conectar las lecturas con mis propias vivencias. Un itinerario paralelo. Como dice mi amigo Rafael Cid, una vez leídos los libros pertenecen al lector. Mi recorrido por las páginas que reviso en estas entradas está, por lo tanto, vinculado a mis propios pasos.

En este caso, la lectura de “Personajes secundarios” fue escogida al azar. En una de mis visitas a La Buena Vida, encontré este libro en sus estantes y me atrajo el resumen de su argumento: el testimonio de Joyce Johnson al lado de los principales representantes de la Generación Beat, un conjunto de artistas de Nueva York y San Francisco que compartían el rechazo a los convencionalismos y canalizaban su malestar a través de la literatura.

Es la vida de una mujer en un entorno en el que priman las buenas costumbres. Su papel secundario al lado de su pareja, Jack kerouac, un hombre carismático, contradictorio, caótico, desorientado y narcisista. Ella tan sólo eso eso, su compañera, su refugio, un lugar seguro en el que resguardarse y al que volver. Pero Joyce es algo más que un testigo mudo. Su propia historia es la historia de una rebeldía silenciosa: en los años 50 y 60 las chicas solo se iban de casa de sus padres para casarse. La autora se gana su independencia a pulso, paso a paso, error a error y pérdida a pérdida.

Por lo tanto, en esta narración los personajes secundarios toman la palabra y lo hacen con maestría. Joyce les da voz y les da presencia. Gracias a sus recuerdos conocemos las vivencias de mujeres confusas, luchadoras, apasionadas, artistas, creadoras y protagonistas de una búsqueda constante en un personaje en el que no está muy claro cuál es su papel.

Johnson demuestra ser una narradora magistral, escritora impecable y honesta, capaz de mantener viva la mirada de una joven de su generación en medio de un contexto que no resulta sencillo.

Me sentí atrapada por el hilo conductor de esta novela de testimonio, no sólo por la transparencia y vigencia de las emociones de su protagonista, sino por la capacidad para acercarme a un lugar y una época de la mano de un testigo de excepción. Nada es igual si se mira desde diferente enfoque y conocer la Generación Beat de la mano de un “personaje secundario” tan esencial es uno realmente particular y de lujo, semejante a sentirse habitante de su mundo. Y qué mejor sensación para una lectora entregada.

Completamente recomendable.