sábado, 31 de diciembre de 2011

LECTURAS :: 'Signatura 400'



Tenía atascada esta reseña. El libro sobre la mesa del despacho y el tiempo dedicado a lecturas nuevas y apuntes nuevos. La conclusión es obvia: no me ha dejado demasiada huella. Y fue de esos libros que adquieres con muchas expectativas (la temática, la edición, la innovadora colección... las primeras líneas...) pero es fácil captar la atención y crear sed de una historia que luego no transcurre. Es frecuente. No es un mal libro pero quizás esperé lo que no iba a encontrar en este simpático monólogo cargado de ironía, cinismo... ese tono ácido y respondón tan habitual en las primeras personas. Pero que al final resulta distante. 

El libro narra el diálogo (mónologo, como decía al comienzo) de una bibliotecaria con un usuario que se ha quedado encerrado toda la noche en su biblioteca. Es una excusa para conocer a este personaje único de la novela, esta mujer que estudiaba oposiciones y las dejó por culpa del amor. Un personaje-tipo que resulta anónimo entre tantas obras, entre tantos títulos y nombres célebres. Pero ella tiene personalidad, y así nos lo hace ver (al final también resulta un estereotipo en sí mismo: la aparente mujer invisible que tiene mucha vida interior y mucha reflexión y conversaciones consigo misma). El tema central es que no ocurre nada. Ni ella logra que el interés del lector avance, ni sus divagaciones conducen a nada más. Tal vez ese sea el encanto del libro. Tal vez sea solo un pasatiempo... recrear unas horas con esta mujer sabihonda que nos cae un poco bien pero un mucho cargante. Al final solo es eso. Y podría estar bien. Pero a mí me dejó indiferente. 

Leí reseñas favorables al libro. Buenas críticas a su autora, Sophie Divry, famosa internacionalmente por esta obra. Insisto... a mi modo de ver, sobrevalorada. 

Pero busquemos su lado bueno... tiene ideas curiosas, frases acertadas, reflexiones asumibles... No es una pérdida de tiempo en absoluto. Es solo eso, un rato de lectura a través de poco mas de 100 páginas de una voz sin demasiado que contar o ya contado. 

Me quedo con un pasaje aprovechable:

"Escribir es sexual. Uno no se encierra die horas al día para escribir si todo le va bien en la vida. La escritura solo llega cuando algo no funciona. Si todo el mundo fuese feliz en la tierra no se escribirían más que recetas de cocina y tarjetas postales, no habría ni libros, ni literatura, ni bibliotecas."

Y poco más. Una reseña que se atascó porque no recomendaría el libro. Lo siento. Siempre creo que cada libro tiene un lector adecuado o un momento para que tenga cabida. Quizás al esperar poco el libro guste más. 


FELIZ AÑO NUEVO Y MIS MEJORES DESEOS PARA 2012.

viernes, 14 de octubre de 2011

LECTURAS :: 'Un extraño en mi vida'


La infidelidad siempre me ha parecido un tema apasionante para concebir una novela. La condición humana esconde contradicciones que no siempre es correcto analizar y no siempre es posible hacerlo con dando en su clave fundamental. Evan Hunter logra, en esta novela magistral publicada a finales de los años 50, sacar a relucir la carga emotiva, social, formal y la esencia de las relaciones de pareja.

La historia está condicionada por su contexto, así que los protagonistas viven sus matrimonios felices y estables dentro de la sociedad norteamericana de la época, dando salida al sueño americano en plena ebullición: buenas casas, profesionales liberales que empiezan a combinar la riqueza con su prestigio, frente a trabajadores menos brillantes pero con los mismos sueños de mejora. La placidez de un vecindario, la diferencia en el rol de cada género... el ama de casa tradicional que comienza a plantearse dudas sobre sus opciones... Y todo ello dando lugar a una vida aparentemente en paz que, sin embargo, no impide que el tedio, la calma, el aburrimiento o el deseo de conquista, la necesidad de sentirse aún vivos, lleve a los protagonistas a asumir una segunda vida, una relación extramatrimonial, un lío, una locura pasional. Pero, ¿es simplemente eso? ¿Se reduce solo a un conflicto moral? Porque detrás de esta eterna historia de la condición humana, no es todo frivolidad y ligereza. La pasión nos define y nos hace vernos con más autenticidad que nunca. ¿Enamoramiento real? ¿Necesidad de elegir? ¿La pasión o la estabilidad? Acaso convertir esta relación novedosa y chispeante en una nueva vida estable, ¿no terminaría por iniciar una nueva cadena de acontecimientos similares?

Esta novela es capaz de recoger todas estas cuestiones y estas reflexiones y ponerlas sobre la mesa con la maestría de un thriller psicológico. El protagonista, Larry Cole, es un arquitecto de éxito casado con una mujer a la que ama y padre de dos niños. Sin embargo, una atracción inevitable le hará fijarse en su vecina, Margaret Gault. Una relación inesperada y con una fuerza arrolladora que pondrá patas arriba la serena vida de sus protagonistas. Pero todo transcurrirá sin alterar, aparentemente, la quietud y la serenidad de la vida ordenada y habitual de ambos. La fuerza de la costumbre, el peso del cariño frente al deseo arrollador y desequilibrado... La situación es más común de lo que parece y con esta vivencia, ambos comprobarán que la infidelidad existe aunque se oculte. La dualidad de sentimientos es algo real, aunque la sociedad solo permita abordarlo desde consignas morales.

La novela está muy marcada por la descripción de un modo de vida propio de la época y el entorno, pero los temas que trata, y el enfoque emocional, terminan por convertir este relato en una descripción universal de sentimientos y situaciones que aún hoy no hemos resuelto.

Evan Hunter es el pseudónimo de Salvatore Albert Lombino, nacido en Nueva York en 1926. Tuvo una extensa carrera literaria dividido entre dos líneas de trabajo: sus novelas 'serias', publicadas bajo este alter-ego, y sus novelas policiacas, que firmó como Ed McBain. Escribió numerosos guiones de cine, y fue quien adaptó el relato de Daphne du Maunier, 'Los pájaros', para Hitchkock.

La novela tiene un difícil comienzo, pues cuesta entrar en el tema y asimilar la identidad de cada personaje. El autor va describiendo situaciones prácticamente de la mano de sus protagonistas. No hay aclaraciones, no hay facilidades para el lector que tiene que acometer la tarea inicial de hacerse con la historia. Recuerdo que cuando iniciaba su lectura me planteé si merecía la pena seguir adelante con una historia en la que no llegaba a identificar a sus protagonistas después de unas cuantas páginas. Me alegro de haber elegido seguir, porque ha resultado una lectura lenta pero muy 'nutritiva'. Me terminó por atrapar y hacer sentir empatía con su protagonista aunque el tono de Hunter es muy 'masculino' y se ve muy influido por el machismo de la época. Pero finalmente, tal vez por ello, la obra y las reflexiones resultan muy honestas y conectan con mi propio punto de vista para lograr, al menos, un diálogo. Y esto es mucho pedir para un libro: te hace pensar, te lleva a cuestionar al autor, te preguntas sobre tu propia postura y, a pesar de la lejanía del contexto social en el que se desarrolla, el relato te permite adaptar las pautas generales al momento presente.


CITAS:


“Ella se había convertido para él en La Mujer. No en su mujer, sino en cada una de las mujeres que había conocido y hubiera deseado conocer."

“Quería saber cosas sobre su esposa. Para ella era la atractiva morenita que había llevado a Chris a la parada del autobús, la mujer cuyos ojos ella había evitado. No intentó captarse su simpatía. Ya le había robado bastante. No deseaba más.”



“Tengo un armario lleno de etiquetas: arquitecto, esposo, padre, hijo, competidor, gruñón, hombre. Coso las etiquetas en mis prendas, pero los trajes nunca me sientan bien. Bajo todo ese tejido, ¡estoy yo! Y nunca soy realmente yo.”

[...]

“¿Qué sucede cuando los valores se transforman? ¿Qué sucede cuando toda la vida has creído en el honor, la confianza y la decencia y de repente descubres que también eso se ha convertido en etiquetas? ¿Cómo puede uno distinguir lo que está bien de lo que está mal, si de repente se cambian los papeles, y el mal se convierte en bien?”


“¿Había sido su ansia un simple rebelión, o un retroceso al dominio de los sentimientos animales? ¿No había encontrado algo seguro, el sexo, en medio de un mundo de incertidumbres? ¿No era una realización en un mundo de sueños y de propósitos frustrados? ¿Por eso había buscado a Maggie? ¿Por eso había seguido con ella?”

sábado, 8 de octubre de 2011

LECTURAS:: 'Las chorradas de mi padre'


Al autor le ha dejado su novia. Tiene 28 años y se ve obligado a vivir de nuevo con su padre, de 73, quien nunca se calla las opiniones irreverentes y políticamente incorrectas que tiene acerca de casi todo. Justin recoge estas manifestaciones abruptas, chocantes y propias de una personalidad muy particular y crea un perfil de Twitter: @Shitmydadsay, que poco a poco va ganando seguidores. Esta particular novela de humor está basada en estas "chorradas" que dice su padre, y el resultado es una aproximación hilarante a la figura de un hombre que parece estar de vuelta de todo y no cae en los tópicos sociales más habituales pero que encierra, tras su tono rudo y poco amable, un amor sincero y auténtico hacia su hijo y su familia.

Es un libro ligero, rápido, que se lee fácil y que te engancha por la empatía que desarrollas con el autor. ¿Quién no ha sentido que su vida no sale según lo planeado y quién no ha tenido los escépticos ojos de su padre o madre como testigo de errores y aportando esa mirada tolerante o demasiado sincera que sirve de espejo?

Personalmente, he caído rendida ante la personalidad de Sam, el padre de Justin. Quizás porque siempre me ha dado alergia la máscara de excesiva dulzura que veo en algunas personas, o tal vez porque mi propio padre y mi abuelo paterno siempre me reconciliaron con este tipo humano, 'duro por fuera pero blando por dentro'. También me engancha la lucidez que una visión realmente desnuda de artificios es capaz de aportar sobre las cosas, y me convence la versión del amor incondicional, muy 'de padre', que ofrece el protagonista... pues precisamente es en medio de los errores del autor donde el apoyo paterno sale a relucir más auténtico que nunca, sin hacer incompatible la rudeza con el cariño.

Imagino que este libro o te encanta o sales huyendo. Si eres de los que prefiere la forma al fondo, o si aborreces el estilo descarnado y algo agrio como tono predominante en una relación paterno-filial, no te aconsejo su lectura. Pero si eres dado a reír casi de todo, y te atrae, precisamente, la 'toma de tierra' que supone conectar con esa capacidad de reír de uno mismo, este libro puede ayudarte a sentirte muy cerca de Justin y su padre, y tal vez a conectar con el tuyo, o a adoptar parte de esta filosofía de vida minimalista, llana y básica que encierra grandes verdades en un envase de ironía, crítica descarnada, exabruptos y salidas de tono.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Frustración en la red



Es una situación frecuente, amigos y conocidos que tras una intensa e ilusionada actividad en las redes sociales terminan por colgar el cartel de 'cerrado' o 'me voy de aquí'. Detrás de esta marcha se percibe o se lee su frustración. Participaron con buena disposición y quisieron usar este canal como una nueva ocasión para compartir y estar en contacto con sus amigos o conocidos. Pero algo salió mal. ¿Qué ha ocurrido? No es un hecho aislado y las razones que esgrimen cuando lo explican a los amigos que dejan en este 'barrio digital' suelen contener razones como las siguientes:

_"Me voy a centrar en la vida real"...

_"Necesito tiempo para dedicarlo a las cosas reales"...

_"Esto no es para mí"

_"Me encontraréis en el email, tlf, etc." (los modernos canales que ahora ya son los 'tradicionales').

Es un fenómeno lo suficientemente repetido y similar como para poder echar un vistazo y pretender extraer algunas conclusiones para explicarnos por qué ocurre esto.

Mi percepción es la siguiente: la pertenencia a estos canales de comunicación estimulan sentimientos y sensaciones que hasta la fecha no tenían tanto peso en nuestro día a día, o que lo tenían pero en otros ámbitos que sabíamos controlar mejor. Entre estos sentimientos se encuentra, como no, la necesidad de ser aceptados. Estamos en un entorno social y la comunicación deja de ser bilateral. Nuestra actividad en las redes es algo visto por otros. Es una faceta pública de nuestra vida. No hace falta que contemos o mostremos algo íntimo, esa es la falacia, ya que simplemente con comentar algo o proponer una idea nos estamos exponiendo a ser aprobados, rechazados, comprendidos o juzgados. 

Los ojos ajenos están ahí y condicionan siempre nuestro comportamiento. Participar en estos ambientes digitales nos genera una expectativa que no podemos negar y de ahí surgen necesidades con las que no contábamos: la necesidad de RELEVANCIA (nos gusta que algo ingenioso sea comentado, aplaudido y festejado), de APOYO (unirse a nuestra causa, nuestra protesta o nuestra alegría), de ÉXITO SOCIAL (cuántos amigos tengo, cuántos seguidores tiene mi comentario o ingenio)...

"Surgen necesidades con las que no contábamos: necesidad de relevancia, de apoyo y éxito social"

Para quienes no están acostumbrados a medir el impacto de un mensaje y quienes no están acostumbrados a medir el efecto emocional que puede generar un acto de comunicación en red, controlar nuestra actividad en una red social y sentirnos satifechos con nuestras expectativas puede ser algo complicado. 

A esto unimos la dificultad que conlleva la comunicación por escrito. Nos faltan datos... la expresión de nuestro rostro, la emotividad que conlleva esa idea... No es difícil generar verdaderos actos de incomunicación en la red. Basta que surja un malentendido entre un pequeño grupo para ver cómo esa dificultad para entenderse crece con la participación de unos y otros. Quienes en ocasiones normales permanecerían al margen, intervienen... a veces mediando, a veces intentando pacificar... El factor tiempo distorsiona las emociones. Quien lee la historia en frío y con lejanía se atreve a 'templar gaitas'  y ser muy políticamente correcto, mientras que quien entra en lo más profundo del debate y se ve afectado por algo que ha sido malinterpretado o rechazado se ve de lleno en el centro de un acto de 'rechazo social' del que recibe hostilidad tan solo por no estar actuando con la suficiente sangre fría y distancia.


"Aprenderemos a modular el grado en el que nos implicamos"

Es difícil lograr empatía en red. Y un enfoque psicológico nos llevaría a abordar la emoción que se desarrolla en los comportamientos grupales. Estar en una red social deja de ser un acto individual para ser parte de nuestra actividad en relación con otros... Y esta actividad a veces es agotadora. 

Entiendo a quienes se han marchado de estos entornos y creo que poco a poco asistiremos a una regulación y moderación de la actividad que se desarrolla en las redes sociales. No creo que dejen de existir ni se extingan pero aprenderemos a modular el grado en el que nos implicamos. Haremos perfiles diferentes para nuestras diferentes facetas de relación y mediremos mejor cómo nos manifestamos en ellas. 

No siempre seremos capaces y seguro que la frustración nos acompañará en buena parte del camino porque es imposible controlar el comportamiento humano y no podemos controlar las reacciones que producen nuestros mensajes. Tampoco podemos garantizar que siempre seremos entendidos y evitar que se nos malentienda. Pero, con un poco de suerte, adquiriremos algo de madurez en nuestra actividad social en internet y no caeremos tan fácilmente en la frustración cuando no alcancemos el nivel de éxito social que esperamos o cuando no logremos la relevancia que queremos obtener. 

Y en cuanto a esa sensación de que 'Facebook no es la vida real', quizás resume muy bien la falsa imagen que nos puede generar en ocasiones, ya que no olvidemos que la necesidad de atención, relevancia, éxito y aprobación social muchas veces enmascaran la necesidad de afecto que tenemos y esto no lo podemos buscar aquí. 


martes, 23 de agosto de 2011

Expectativas sobre periodismo en el aula ‘Ortega y Gasset’


El pasado martes, 16 de agosto, tuve la suerte de participar en el Aula Ortega y Gasset, en la UIMP. Me invitaron para exponer algunas ideas sobre la profesión de periodista ante 50 alumnos del último curso de Bachillerato con los expedientes más brillantes. Era todo un reto porque se encuentran en un punto muy importante de sus vidas: la elección de la carrera universitaria que van a cursar, y porque se trata de chicos y chicas excepcionales. Y así lo pude constatar.

Preparé una charla ligera en la que quería poner de manifiesto, sobre todo, el acercamiento necesario entre expectativas y realidad a la hora de acercarse a cualquier profesión. Es el único modo de reducir el margen de incertidumbre que siempre vamos a encontrar en una decisión como esta (que tomamos jóvenes y cuyas consecuencias nos acompañan toda la vida).

Quise exponerles el proceso de toma de decisión como algo a lo que se van a enfrentar con frecuencia a partir de ahora, ya que van a ir creando su itinerario particular para llegar a ser los profesionales que serán en un futuro muy próximo.

En este proceso de toma de decisión, van a tener que gestionar tres variables:

-       sus necesidades

-       sus expectativas

-       el contexto



Intenté hacerles ver que las NECESIDADES y su jerarquía marcan el punto de partida para tomar cualquier decisión y que estas necesidades evolucionan por lo que nuestra profesión tendrá que responder a necesidades muy básicas (de supervivencia) para pasar a colmar expectativas de nivel superior: relación, pertenencia o ubicación social y autorrealización.

Mi consejo es que no dejen de tener en cuenta los diferentes niveles o la jerarquíaa de estas necesidades para tener en cuenta que nuestra profesión tendrá que dar respuesta a todas estas fases, dependiendo de nuestra propia evolución personal.

En cuanto a las EXPECTATIVAS sobre una profesión, se conforma de la imagen que tenemos del profesional. La vocación se construye con ideales y es lógico que nuestra visión de una profesión sea romántica, llena de valores e imágenes interesantes y motivadoras. Hicimos un repaso sobre la imagen que tenemos del periodista y tratamos de analizar los estereotipos que existen al respecto. Incluyendo su evolución con el paso de tiempo (vimos algunos cortes de películas en la que se ofrece una visión del periodista y su ejercicio profesional).

Por último, el CONTEXTO lo enfocamos como la parte más difícil de controlar de este proceso, ya que se nos escapa, es algo externo que no vamos a poder cambiar. El contexto socioeconómico es variable, por lo que ni siquiera ajustándonos a los datos que podamos manejar hoy podremos garantizarnos el dato exacto sobre qué perspectiva nos espera dentro de unos años. Les recomendé que estuviesen siempre informados, que conociesen el contexto en el que se desenvuelven, para poder reducir, gracias a la información, el margen de incertidumbre que siempre va a existir en este entorno.

Finalmente, llegamos a una breve conclusión a modo de consejo, que fue lo que me permití recomendarles como punto final de la charla:


  • Toma decisiones
  • Cuestiona periódicamente tus necesidades
  • Dale un hilo conductor a tu CV
  • Garantiza lo genérico
  • Sé creativo en lo individual
  • Analiza la realidad
  • Busca oportunidades

Y tocó el turno de las preguntas, donde demostraron, precisamente, el tipo de personas que son: formados, curiosos, analíticos, muy respetuosos, muy abiertos y comprometidos, críticos e ilusionados por el apasionante momento que están viviendo y que, a pesar de las dificultades y el panorama tan poco motivador que tienen en el mercado laboral, deben afrontar con determinación y sin perder el componente de idealismo que hace falta para que las cosas puedan ser mejor en el futuro próximo del que ellos formarán parte y al que contribuirán a mejorar.




Los amables compañeros de Prensa de la UIMP me hicieron esta foto tan estupenda en uno de sus salones. Se pasan el verano trabajando duro y hacen una estupenda labor.

Os dejo la grabación de los vídeos por si os resulta interesante:



Y la presentación de apoyo, en formato PDF.




miércoles, 10 de agosto de 2011

Comunicando con empatía

imagen: vomm


La inteligencia emocional es algo de lo que hablamos mucho, incorporando el concepto a nuestro día a día pero no siempre aplicamos este conocimiento. En numerosas ocasiones, el fallo que cometemos al no actuar con esta habilidad de saber gestionar emociones (propias y ajenas) ocurre en el ámbito de la comunicación. Y ahí lo estropeamos todo. Porque de nada sirve entender al otro y querer servirle de apoyo si a la hora de manifestar nuestros mensajes transmitimos lo contrario.

No es raro que dos personas con posturas más próximas de lo que parece terminen por discutir sobre una cuestión cuando realmente no hay tanta diferencia entre lo que están pensando. En estos casos suele existir un fallo en la capacidad para transmitir lo que realmente pensamos o para entender lo que nos dice el otro. Creo que la comunicación interpersonal tiene una doble vertiente: transmitir y recibir, y tenemos que poner nuestra voluntad en ambas facetas, especialmente porque las conversaciones se realimentan y el mensaje que dirigimos se convierte en un elemento que causa una respuesta. 

La empatía es un concepto del que también tenemos suficiente conocimiento. Ya no nos extraña que se nos sugiera falta de empatía para diagnosticar la razón de un malentendido. Forma parte de nuestras relaciones y la exigimos a los demás como algo necesario para conectar y mantener una relación personal. Sin embargo, resulta difícil identificarla en aspectos concretos y prácticos. Muchos creemos mostrar empatía con nuestro amigo, pareja... pero, ¿cómo lo estamos haciendo realmente? ¿qué elementos estamos mostrando para actuar con esta habilidad?

En nuestra comunicación podemos identificar fallos comunes que nos podrían mostrar lo contrario: no estamos actuando con empatía. Digamos que podemos sentirnos identificados con el otro pero no le estamos haciendo sentir así. Y la 'culpa' seguramente esté en las fórmulas que utilizamos para comunicarnos con él/ella.

Hay fórmulas de manual, elementos que si los analizamos destilan falta de empatía por todas partes. Y la mayoría de las veces que los usamos no estamos siendo conscientes de su poder 'letal' para situarnos muy lejos de la emotividad de nuestro interlocutor. Y a partir de ahí, difícilmente vamos a conseguir que nuestros matices le interesen porque lo que ha percibido antes de nada es que 'no le entendemos'. Y lo que seguramente tengamos sea una reacción de frustración. Y la frustración es caldo de cultivo para un estado anímico que facilita poco el entendimiento. 

Empatía no quiere decir que estemos de acuerdo con la otra persona. Podríamos considerar la empatía como un componente del entorno comunicativo. En un contexto de empatía podrá darse un intercambio de ideas más libre porque no habrá carga emotiva negativa. La empatía no nos obliga a aceptar todo lo que nos dicen, ni nos obliga a pensar como nuestro interlocutor. Pero si actuamos con empatía tendremos un entorno donde cualquier crítica o argumento en contra podrá ser percibido como algo constructivo, pues no atacará a las emociones, no negará la situacion en la que se encuentra el receptor y mostrará respeto a las emociones que está sintiendo: aunque no las compartamos, las entendemos.

Hay mensajes que arrastran una brutal carga de falta de empatía. Son mensajes inocentes, la mayor parte de las veces. Y solemos no prestar atención al poder emotivo que tienen. Una de estas frases exterminadoras de la empatía es:



"No entiendo por qué te afecta tanto"



Obviamente las cosas nos afectan dependiendo de muchos factores. Desde fuera siempre será difícil ponernos en el lugar de la otra persona, y seguramente sea de mucha ayuda que una visión externa, con más perspectiva, nos diga que el problema no es tan grave y que seguramente tiene arreglo. Pero con esta frase el problema o la cuestión queda reducida a una minucia y la 'culpa' recae en la propia persona. Si hablas con alguien que te dice no entender por qué algo te afecta es muy probable que cualquier intercambio de ideas resulte inútil. Primero, por la falta de entendimiento que vamos a encontrar al otro lado, en el aspecto emocional de cualquier situación, que es la parte que más difícil nos va a resultar gobernar porque las emociones no funcionan con la lógica de la razón. Segundo, porque en este mensaje hay implícito una señal de 'te equivocas'. Digamos que con esta frase lo que recibimos es que nuestras emociones, además, son incorrectas. Y si estamos hablando de emociones negativas, de algo que nos duele, nos incomoda o nos supera, tener que aceptar que la culpa es nuestra no ayuda a digerirlas, elaborarlas y procesarlas. 

Creo que hay fórmulas más acertadas para decir lo mismo sin caer en la falta de empatía. Tal vez: 

"Seguro que si lo miras con perspectiva, podrás con ello y te sentirás mejor."

"Entiendo que te afecte pero vamos a ver qué cosas se pueden hacer para que deje de hacerte daño".

¿Por qué no transmitir la misma idea sin la connotación negativa que tiene el primer mensaje? Especialmente porque la empatía es gratuita... si la tenemos, será estupendo mostrarla. Pero si no la sentimos, no es necesario transmitir esta ausencia. A veces, el silencio es mejor mensaje que una frase con una carga emotiva que solo transmite inseguridad, culpabilidad y sensación de error. Si queremos que la otra persona afronte un problema que le vence, podemos contribuir creando un contexto en el que reciba apoyo para sentirse más segura, más capaz y más fuerte. No justamente lo contrario. 

Y esta capacidad, entre otras cosas, es una de las características que define a una persona con verdadera inteligencia emocional: ser capaz de identificar la carga emotiva de las situaciones y manejarla para obtener el resultado que se persigue. Usar la emotividad de forma constructiva. Es complicado, claro que sí, pero siendo conscientes de ello seguro que estaremos más cerca de lograrlo. 

sábado, 30 de julio de 2011

LECTURAS :: 'La tía Mame'



"Un niño de diez años queda huérfano en la poco edificante América de mil novecientos veinte y es puesto bajo la potestad de una dama excéntrica, obsesionada por estar à la page, vital, caprichosa, seductora y adorable. Junto a ella, pasará los siguientes treinta años en una espiral incesante de fiestas, amores, aventuras y diversos golpes de fortuna."

Con este resumen nos adentramos en el caótico mundo de la tía Mame, de la mano conductora del propio Patrick, quien nos va narrando su infancia, adolescencia y juventud, marcada por el momento en el que fue puesto bajo la tutela de esta especial mujer. Mame es una rica soltera de Nueva York que vive el paso de los felices años veinte a la difícil década de los treinta. En esos momentos su vida se aferra a mantener un ritmo y unas costumbres que resultan cada vez más insostenibles. El pequeño Patrick se irá acostumbrando a la poca noción de la realidad que tiene su tía, combinada con una determinación brutal que le permite sobreponerse a las consecuencias de no ser una adulta precisamente responsable. 

Mame es la la típica persona que uno querría tener como amiga pero de la que huiríamos en caso de tener que depender de ella o tutelarla. Patrick comienza siendo su pequeña 'obra social' para convertirse en el freno de sus locuras y excentricidades. Por el hogar (o, mejor dicho, hogares) de Mame irán desfilando toda una corte de personajes variopintos, clichés de la época que son reflejados con humor y tono satírico, gracias a la habilidad de su autor, Patrick Dennis (el libro está narrado en primera persona y este es el pseudónimo de Edward Everett Tanner III, icono de la bohemia de Nueva York y uno de los escritores norteamericanos más populares de los años cincuenta y sesenta). La tía sucumbirá a los encantos de estos personajes carismáticos, sus ideas, sus modos de vida...  El modo de sostener semejante ritmo de vida será un problema con frecuencia, pero esta mujer resuelta y decidida no hará nunca un problema de ello, por delante estarán sus convicciones (tan variables como una veleta) y sus recursos para resolver recurriendo a ideas desesperadas o dejándose ayudar cuando así conviene.

El resultado es una vida, cuanto menos, apasionante, y una educación un tanto peculiar que resulta no ser tan dañina como cabríamos sospechar. De hecho, para mí el optimismo del libro y su tono positivo viene marcado por este punto: una lección de sentido común y apuesta por la libertad del ser humano, ya que el ambiente influye en la personalidad de Patrick pero no se echa a perder por haber crecido en medio de la falta de orden, los caprichos, los cambios y las influencias tan variadas que rodean la vida de su tía. Podría decirse que en este enfrentamiento entre rigor y excentricidad, se defiende que la fortaleza de influencias como la lealtad, las ganas de seguir adelante, la creatividad, la energía y la determinación son más potentes que la falta de rigor, las irregularidades y el escaso sentido de la realidad.

Obviamente estamos ante una novela y esta es la trampa con la que se conquista al lector, pero es un truco en el que da gusto participar: creyendo que existe la posibilidad de reinventarse tantas veces a lo largo de una vida y que hasta los problema pesan menos cuando una se los toma poco en serio. 

El libro tiene como principal atractivo este ir y venir de fortuna, cambios de vida, subidas y bajadas... Junto con la capacidad de la protagonista para sobreponerse a todo. Queda reflejado perfectamente el ambiente cambiante de una sociedad en tiempo de crisis: se mezclan personajes decadentes con nuevos ricos, beneficiados por el cambio; fortunas que se crean y negocios que brillan frente a familias venidas a menos que tratan de sostener su antiguo modelo de vida. Mame se deja conquistar por ideas creativas, por ganas de hacer el bien y resultar útil y trascentende. Pero sus flaquezas son igualmente humanas: un ego desmesurado, cabezonería y ceguera cuando se trata de ser práctica.

Patrick empieza siendo su discípulo y admirador, para terminar siendo su cuidador, más lúcido y responsable que ella y más asustado que fascinado por las locuras de la tía. Ahí también reside buena parte de la ternura de la historia: el pequeño huérfano sobrevive a los cuidados de su tía y se convierte en un adulto medianamente 'normal' que siempre tendrá en su tía el ejemplo de un personaje que marca su infancia, la enriquece, la llena y la hace resultar verdaderamente digna de ser contada.

He leído críticas de lectores sobre este libro, que a todas luces yo recomiendo. Hay quien se espera un libro de 'humor' y afirma no haberse reído a carcajadas. Es obvio, dado que no es una novela para desternillarse de risa, sino para conmoverse y esbozar una leve sonrisa de comprensión, sorpresa y complicidad, pues las locuras de Mame son fruto de esos impulsos que a todos nos gustaría haber podido seguir en alguna ocasión pero ante los cuales el peso de la responsabilidad, la madurez y la seriedad nos frenarán siempre.

Por eso es amable ver a otros cumplir esas locuras. Es liberador. Es relajante observar que para el excentrico la vida no se desmorona. Es como un acto de justicia literaria que concibe personajes-héroes de la vida 'razonable', ya que su salida del cauce, su continuo pulso a la realidad no les vence y gracias a ellos todos salimos victoriosos de ese enfrentamiento ilusorio entre la fantasía y la realidad cotidiana.



:: CURIOSIDADES ::

Su autor concibió la obra como un conjunto de cuentos. Fue rechazado por 19 editoriales, pero el editor número 20 le convenció para que convirtiese su obra en una novela y obtuvo un grán éxito.

La obra, en su versión dramática o musical ha sida representada en numerosas ocasiones, triunfando en Brodway y contando con actrices de renombre, como Rosalind Russell, Angela Landsbury, Lucille Ball o Silvia Pinal.



:: MÁS INFORMACIÓN::

domingo, 24 de julio de 2011

El poder/peligro de las palabras



Desde que escribí mi primer libro los lectores (amigos en su mayoría) me sorprendían comentándome lo mucho que me habían visto reflejada en la protagonista de la historia. El primer libro que escribí era un relato infantil protagonizado por una niña ficticia de 10 años, y el desarrollo de la historia no daba lugar a perfilar mucho su personalidad o rasgos individuales. Aún así, me insistieron en lo autobiográfico de la historia (la niña viaja al 'Mundo de los sueños' para visitar lugares fantásticos y encontrar a un personaje totalmente irreal).

Esta sorpresa creció cuando publiqué el segundo libro. Se trata de una chica que deja de hablar, una protagonista femenina muda-patológica. Yo hablo por los codos, así que me resultó objeto de broma recibir numerosos comentarios preguntándome si la historia que contaba estaba basada en mi realidad. En mi vida.

Por más que quise analizarla no encontré paralelismos con mis vivencias, es más, siempre he creído que si narrase mi vida el resultado sería el libro más aburrido de la historia, puesto que no me ocurren cosas fuera de lo normal, mi vida es bastante tranquila y me ocurre lo mismo que a cualquier persona de mi edad, según voy evolucionando. 

Lo particular de mis historias, en mi caso, surge de explorar todos los 'y si...' Ahí es donde yo dejo llevar mi mente y donde construyo las tramas de mis escritos. No sé si a otros autores les pasará igual pero esa es mi licencia creatitva y mi forma de construir personajes creíbles en tramas menos reales o con una realidad más novelesca.

Es decir, presto mucha atención a las emociones humanas. No solo a las mías. Escucho a mis amigos, analizo mis sentimientos... Fruto de eso tengo repertorio para poder describir cómo una persona/personaje puede sentirse en determinada situación. Son sentimientos coherentes, o lo intentan ser. Pero cómo recrearlos o sacarlos a la luz... cómo atribuirlos a un personaje u otro... es la licencia creativa que me permite escribir historias verosímiles y realistas pero nunca reales.

Es cierto que me convierto en 'vampiro' de situaciones. Las ficho, las clasifico y las dejo en reserva para formar parte de una historia futura. Por ese motivo, habrá elementos totalmente reconocibles en lo que escriba. Pero su naturaleza ficticia hará que solo guarden parecido en la forma, el fondo será siempre diferente y libre, ante todo.
Hace poco me ocurrió una situación incómoda por este motivo, y me hizo preocuparme por el futuro de mi vocación literaria: un amigo se dio por aludido al exponer en un blog ciertas teorías sobre relaciones de pareja. Se sintió identificado en alguna palabra o frase, seguramente formulada por él en algún momento de nuestras conversaciones. Yo usé ese ejemplo para verter toda mi postura de 'hembra-autosuficiente' y algo criticona con algunas actitudes masculinas. Este blog tiene un tono irreverente y el alter-ego que firma los artículos responde a ese tono duro y poco dado a ñoñerías. Yo no soy así, y mucho menos en la intimidad. Pero mis productos literarios tienen diferentes voces según la personalidad de quien habla. Un blog, una novela en primera persona o una novela en forma de diario... son recursos expresivos para recrear ideas, construir realidades y darle vuelta a temas con cierto juego creativo basado en la libertad absoluta para crear (y RECREAR) situaciones.

Me pregunto si el día de mañana alguien más se podrá sentir ofendido cuando cree algún personaje que se les parezca, por haber usado referencias reales fruto de mi percepción del mundo. Mi entorno me pertenece porque es lo que configura mi forma de ver la realidad. Mis amigos forman parte de él y yo puedo atesorar bocetos 'humanos' en forma de experiencias o sentimientos que no necesariamente voy a usar con la pureza que merecen. Puede que los  mezcle o distorsione. Puede que de un amigo deportista y competitivo haga un personaje obsesionado con la victoria, o puede que de un padre ordenado y riguroso construya la figura de un padre dictatorial y poco afectuoso. ¿Deberán darse por aludidos mis amigos y familiares por cada elemento humano que puedan percibir parecidos a sí mismos?

Empezar todos mis escritos con la típica declaración de 'cualquier parecido con la realidad es una casualidad' me parece un exceso de autoprotección y siempre he abominado de tanta corrección y protección a priori. Pero la experiencia de tener que pedir disculpas a un amigo por haberle molestado con mis palabras es algo que me ha hecho pensar pues no me gustaría que mi libertad creativa se construyese a base de molestar a nadie.

Me gustaría saber si a alguno de vosotros, autores de ficción, blogs, artículos... ¿os ha ocurrido algo similar y habéis tenido que pedir disculpas fuera de lugar por un texto escrito sin malicia y abusando de vuestra libertad?

domingo, 12 de junio de 2011

Retos, frustraciones y conductas en la web 2.0



Me gusta la frase de Umberto Eco: "Si no puedo ser protagonista, elijo ser espectador inteligente".

Realmente este tiempo de desconexión he estado inmersa en asuntos personales, mucho trabajo interior y la energía puesta en reorganizar algunos aspectos de mi vida, que no están arreglados pero que ya toman forma y me permiten, por fin, retomar ciertas tareas que habían quedado aplazadas.

En estos meses sin escribir en el blog, la parte más cotidiana de la comunicación ha seguido captando mi atención. Tal vez de un modo más intenso porque mi silencio me ha permitido escuchar más, observar con otra mirada y apreciar matices que me han llamado mucho la atención.

He podido ser testigo directo de algo que ya he comentado en otras entradas, cómo vivimos el impacto de las redes sociales en la gestión de nuestras emociones.

Cierto que la comunicación siempre está impregnada de matices emocionales porque los sentimientos impregnan todo lo que hacemos, aunque no nos demos cuenta. La razón tiene su camino pero la emoción va más rápido (muchas veces) y actúa de forma silenciosa, sorprendiéndonos en ocasiones. Al aparecer otras herramientas de comunicación surgen otras necesidades para canalizar esas emociones a través de estos nuevos canales. Y no siempre nos damos cuenta de cómo nos afectan estos cambios.

He visto evolucionar la vida-online de muchos amigos... y he visto caer a algunos en la trampa de este juego de 'espejo' que produce el desdoblamiento de nuestra personalidad. ¿Quiénes somos realmente? ¿Qué parte de nuestro perfil público es 100% real?

No creo que sea nada nuevo, porque simplemente se trata de la convivencia entre nuestro 'yo-privado' y nuestro 'yo-público'. Pero la diferencia reside en que el 'yo-público' ahora tiene más peso, más papel. Y ya no basta con orquestar nuestro comportamiento en una reunión, una cita social o un diálogo 'face-to-face'; ahora se trata de controlar también al individuo que nos representa en FACEBOOK o en nuestro blog, o twitter.  No siempre es fácil porque una de las mayores dificultades de la comunicación (tanto la personal como la profesional) es el control del efecto que tiene un mensaje. La reacción ante lo que decimos no es fácil de predecir. Siempre existirá un margen de incertidumbre que ahora, con más facilidad para la difusión, se hace más grande. Y no todos estamos dispuestos a aceptarlo.

He visto a personas darse de alta y baja de estas redes. Aparecer y desaparecer, frustrados, al notar cómo esta segunda vida se les iba de las manos. A personas capaces de generar conflictos personales a través de comentarios en un muro intangible, que se han multiplicado al dar entrada a opiniones ajenas, espectadores salomónicos que han querido aportar su templanza metiéndose en conversaciones abiertas donde esta facilidad para intervenir no siempre ha aportado soluciones positivas.

También es frecuente observar el 'muro' como una manifestación de confesiones retóricas, sin destinatario aparente, en las que se lanzan mensajes certeros para cierto interlocutor, con el velo de la generalidad y la barrera del anonimato puesto ahora en el lado del receptor. Una forma casi cobarde de expresar sentimientos y emociones, que casi siempre tiene consecuencias.

Otro fenómeno relacionado con esta vida amplificada es el del perfil 'controlador' que no encaja bien con las herramientas que nos ocupan... blogueros empeñados en controlar el hilo de sus mensajes, y esforzados en combatir desesperadamente los comentarios menos positivos a sus entradas, dejándose la piel por gobernar un territorio sin ley en el que no terminan de encontrar acomodo porque parte del relax se encuentra en asumir esa parte de descontrol e incertidumbre que tendrá siempre la respuesta a nuestros mensajes, especialmente cuando nos demos cuenta de que en nuestras palabras e ideas, por muy lógicas y razonables que nos parezcan, irá siempre escondida una importante carga emotiva que nos desnuda, nos revela y, en ocasiones, nos va a esclavizar.

jueves, 24 de febrero de 2011

Las redes sociales en la vida cotidiana. Un enfado en la 2.0




Está claro que las tecnologías nos cambian la vida. Sucede en todos los ámbitos y en el de la comunicación no es para menos. Transforma nuestras rutinas, nuestra vida cotidiana... Y en muchos casos no nos damos cuenta.

En ocasiones las tecnologías son las mismas (en uno u otro ámbito... en casa o en el trabajo, con amigos o con clientes) pero el alcance y los comportamientos son diferentes, claro. Sin embargo, las habilidades o capacidades para dominarlos pueden resultar, incluso, similares. 

¿Os habéis planteado hasta qué punto estos nuevos usos y herramientas modifican nuestro comportamiento día a día?

Os pongo un ejemplo muy claro: un malentendido con una amiga. Me avisa por What's app que viene a devolveme una cosa. La veo y discutimos. Por el móvil me envía un sms tranquilizándome despues de la discusión. A la vez yo estoy usando What's app con otro amigo para desahogarme. Este amigo envía luego un mensaje privado por Facebook para preguntarle a la amiga cómo está. Al día siguiente, hablo con ella por el chat de Facebook para saber si está menos enfadada. A la vez mi amigo no da señales y le pregunto si se enteró del mensaje. Pero no me contesta hasta más tarde por mail. Le escribo una respuesta larga donde le doy mis argumentos. También escribo una respuesta larga para enviar por privado a mi amiga y a otra amiga común que tiene una postura contraria a la mía. 

Como pasan las horas y no sé nada de ellas, le envío un sms a la afectada. Pero me llama la segunda amiga para decirme que ella está ocupada. Hablamos y se preocupan de que en la historia no se haya recibido el interés o participación del amigo común. Le pregunto al amigo por mail si me ha leído. El amigo contesta a las amigas y a mí. Luego chateo un poco con la amiga enfadada. Nos aclaramos bastante. Estoy más tranquila, con Spotify escucho canciones que me relajan. Comparto alguna en mi muro de Facebook. Mi amiga sabe así que todo va mejor. Aviso a los demás de que el enfado es menor. Todos lo celebran. Ahora nos enviamos un sms de tranquilidad para que los afectados no se preocupen. Y por chat de Facebook mi amiga me gasta bromas para recuperar nuestro buen 'rollo'. Y ahora en los muros de Facebook, que se habían quedado algo parados, volvemos a publicar comentarios e incluso una cita para vernos todos de nuevo.

Han pasado dos días. Yo estoy exahusta. El enfado se ha resuelto de una forma eficaz. Gracias a las nuevas herramientas hemos podido hacernos un seguimiento minuto a minuto de nuestro estado de ánimo. No ha habido lugar para el vacío o la ausencia. Nos hemos acompañado. Hemos disfrutado de la cercanía que permite arreglar mejor un conflicto... Pero hemos acabado desbordadas. En 48 horas he tecleado cientos de argumentos, ideas, descripción de sentimientos, datos, disculpas... .me he enfadado, me he arrepentido...

La vida discurre de manera eficaz por estos canales pero lo hace a velocidad vertiginosa. Estoy contenta de contar con estas herramientas para haber podido expresarme con la mayor eficacia, pero también estoy completamente agotada e incapaz de explicar un dato más de nuestro pequeño malentendido.

Y ahora veo que en otro órden de influencia, esto que ha ocurrido en mi vida cotidiana es lo mismo que pasa día a día en otros ámbitos en los que la comunicación es protagonista. Y la forma de resolverlo no es muy diferente: multicanal, con diversos portavoces, sintonizando todos para coordinar las ideas, controlando cada uno su ámbito de influencia, trabajando todos en sinergia y apoyándonos en la mejor herramienta para cada mensaje.


domingo, 30 de enero de 2011

LECTURAS :: 'Flavia de los extraños talentos'



Año 1950, Inglaterra. Un anciano viudo vive con sus tres hijas, la menor de las cuales es todo un personaje: Flavia. Con ella comienza este particular recorrido por una aventura policiaca  impregnada de un encanto único que emana de esta pequeña y portentosa niña.

Creo que se trata de uno de los mejores libros que he leído en mucho tiempo. Me parece redondo:  la historia que me habría encantado leer de adolescente, de niña, de joven, o de anciana. Un libro que me ha conectado con mi más profundo amor por la literatura. Una historia para disfrutar y compartir con su protagonista. Y es que... es tan especial cuando el personaje principal de una narración logra generar esta empatía que te implica a fondo en la historia...


Su argumento...

Flavia es la menor de sus hermanas y ha tenido que generar sus propios mecanismos de supervivencia para existir dentro de un ambiente descuidado: en un hogar sin madre, con un padre encerrado en sus propios mundos y dos hermanas mayores que solo ponen en evidencia las diferencias entre ellas y esta niña 'rara' que tiene una pasión absoluta que gobierna su vida: la QUÍMICA.

Flavia pasa sola la mayor parte del tiempo, pero esta soledad no pesa, porque su mundo está lleno de ideas, fórmulas, experimentos y, desde que un extraño visitante muere en el jardín de su casa tras decirle a ella sus últimas palabras, un entorno lleno de investigación y peligros.

Su padre es acusado del crimen y Flavia sabe que no puede ser cierto, así que usará su soledad como escudo para sumirse de lleno en la investigación de este asesinato, sorprendiendo con su inteligencia al inspector encargado del caso y haciendo las delicias de los lectores, que la acompañarán en sus andanzas.


Mi opinión...

Flavia es única. Ahora es parte de mí, de mis recuerdos literarios. Es una niña especial que se ha hecho un hueco propio en el complicado mundo de los personajes de ficción que llegan a tocarte, a sentarse a tu lado y llevarte de la mano por cada una de sus vivencias.

Las opiniones que he leído sobre el libro no son, sin embargo unánimes. Imagino que depende de las expectativas puestas de antemano en la novela. Quien esperaba una narración policiaca puede quedar descontento porque la trama es sencilla y no es una trama de intriga para adultos sino más bien para niños de 11-13 años. No creo que se busque dar la campanada por ahí, precisamente.
Y los que no terminan de encajar con la protagonista y su ambiente supongo que esperaban una historia y personajes más realistas o con otra dimensión más clara: o puramente infantil o 100% para adultos. Sin embargo, creo que el enfoque de Flavia es mucho más real de lo que podemos suponer. ¿Quién se recuerda a sí mismo de niño viéndose reducido al límite que te imponía la edad?¿No hemos sido todos, a veces, más adultos, dentro de nuestra propia lógica y coherencia, que las personas mayores que veíamos alrededor? ¿No hemos sentido que nuestra visión podía ser incluso más clara, en muchos aspectos, que la de nuestros mayores? Todo esto está recogido en el libro y para mí es la clave de un acierto pleno.

Pero por eso mismo el punto fuerte de la novela creo que está en lo inesperado. Porque no cumple al 100% con ninguna imagen previa que podamos habernos hecho, o ninguna clasificación por edades que nos facilite el trabajo de ubicarlo previamente. Por lo tanto, la historia de Flavia sigue su propio camino, muy peculiar, y tiene como punto de partida e hilo conductor el humor sutil, ingenioso y ácido con el que no parece tomarse las cosas demasiado en serio. Una postura sana y cuerda que me ha permitido reir de todo y disfrutar con las reflexiones y emociones de esta pequeña aventurera.



Otras opiniones...
Más información...

Parece que las aventuras de Flavia han dado lugar a toda una serie de libros de los que en España, de momento, solo tenemos traducido este primer volumen. Existe una web propia del personaje en la que puede seguirse la actualidad de su promoción, del trabajo de su autor y los hitos (premios, menciones) que este título va logrando.

miércoles, 12 de enero de 2011

Lo que todos leemos hoy: "La cena del miedo"

Da gusto ver expresado en palabras un concepto, una sensación o unas ideas que a muchos nos rondan por la cabeza sin tener la claridad mental suficiente o el don analítico adecuado para definirlo bien. Afortunadamente la red (abierta y generosa) nos brinda ocasiones para participar en un intercambio constructivo en el que estas voces claras manifiestan oportunamente ideas valiosas para dar un poco de luz  a temas tan crispantes como la Ley Sinde, y lo que existe de trasfondo: el complejo nuevo universo cultural que quiere regularse a lo bruto, sin entenderlo, aceptarlo o darle una oportunidad para hacer entre todos algo diferente. Algo mejor. Porque nos lo merecemos.

Amador Fernández-Savater, coeditor de Acuarela Libros, fue invitado a cenar con diversos profesionales del sector cultural y la Ministra, con el fin de debatir sobre el rechazo a dicha Ley.

En su post "La cena del miedo (mi reunión con la ministra Sinde)" expone de manera magistral ideas clave para poder entender matices en este complicado asunto. Creo que hoy todos estamos leyendo a Amador y respirando con cierto alivio al comprobar que, al menos, de 15 personas, una pueda aportar oxígeno, espíritu critico y un análisis constructivo que supere el miedo básico con el que parece abordarse la urgencia de una regulación improcedente y abusiva de una realidad a la que no se puede dar la espalda ni encorsetar para defender el enriquecimiento de quien no quiere evolucionar como el resto de mercados.

Os recomiendo su lectura.



Yo me quedo con estas ideas:


"Quien repase la lista de invitados concluirá enseguida que se trata del miedo a la crisis irreversible de un modelo cultural y de negocio en el que “el ganador se lo lleva todo” y los demás poco o nada."
"Fue plato único: miedo. El miedo lo impregnaba todo. Miedo al presente, miedo al porvenir, miedo a la gente (sobre todo a la gente joven), miedo a la rebelión de los públicos, miedo a la Red."



"Sólo palpé ese miedo reactivo que paraliza la imaginación (política pero no sólo) para abrir y empujar otros futuros. Ese miedo que lleva aparejado un conservadurismo feroz que se aferra a lo que hay como si fuera lo único que puede haber. Un miedo que ve enemigos, amenazas y traidores por todas partes."

"Me preocupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal. [...] Me preocupa esa combinación de ignorancia y miedo, porque de ahí sólo puede resultar una cosa: el recurso a la fuerza, la represión y el castigo."



"Ciertamente, hay una pregunta que nos hacemos todos[...]: ¿cómo pueden los trabajadores de la cultura vivir de su trabajo hoy en día? Lo que pasa es que algunos nos preguntamos cómo podemos vivir los trabajadores de la cultura de nuestro trabajo pero añadiendo (entre otras muchas cosas): en un mundo que es y será infinitamente copiable y reproducible."


"Lo que hay aquí es una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado."


 

sábado, 1 de enero de 2011

LECTURAS :: 'La extraña desaparición de Esme Lennox'

Las historias sobre enfermedad mental, o especialmente, la parte de esas historias en la que toca decidir cuándo una persona está cuerda o no, en función de la comparación que pueda hacerse con el resto de personas, es un tema que me aterra. Nada es más arbitrario que el criterio con el que en un determinado momento alguien puede decidir lo que es 'normal' frente a lo que no lo es. Y si situamos esta decisión en un contexto marcado por el peso brutal de las convenciones y el orden familiar como estructuras infranqueables (principios de siglo), el miedo a que este juicio subjetivo marque la expulsión de alguien de la sociedad cobra un peso mayor y se convierte en una verdadera pesadilla.

Maggie O'Farrell se ha atrevido a tratar este tema con la suavidad de un relato sin estridencias ni emociones desbocadas. La protagonista, Esme (Euphemia Lennox), es una anciana que ha vivido recluida en un centro psiquiátrico de Edimburgo desde su adolescencia: exactamente sesenta y un años, cinco meses y cuatro días. El cierre del centro lleva a los responsables del mismo a contactar con su familiar más cercano, Iris, la nieta de su hermana, que no sabe nada de su existencia.

Esme irrumpe así en la vida de la joven con la actitud quita y serena de quien lleva toda una vida resignada y apartada de todo. Detrás de este encierro hay una historia doméstica sin apenas relevancia... una adolescencia ligeramente rebelde, la incapacidad de su familia por entender estos pequeños matices de diferencia que marcaban su personalidad y tantos otros detalles que fueron suficiente para calificar a Esme de desequilibrada y apartarla así de la familia y de una vida normal... Para siempre.

La historia, sin embargo, ha dado un giro inesperado y la anciana mujer se ve ahora libre, con un pasado borroso y robado, una historia que explicarse y explicar, una edad que la lleva a estar fuera de toda reinserción y una conexión muy liviana con la poca familia que le queda. 

Pero las historias no siempre son lo que parecen y la tranquilidad de Esme traerá consigo revelaciones y datos que completarán el mapa agujereado del pasado de Iris. Nada espera de este reencuentro y nada parece esperarle a ella, que se ve agobiada con una carga semejante sin saber cómo gestionarla. El choque entre la vida desarraigada de Esme y la vida llena de parches de su sobrina-nieta darán forma a este delicioso texto, tremendamente equilibrado, en el que la fuerza radica en las propia historia. 

Con un ritmo mesurado y un enfoque marcado por lo emocional, la protagonista nos ofrece su propia evolución interior ante los hechos que le 'caen' encima. Vamos descubriendo con ella cómo encaja la llegada de Esme, qué obligación inexplicable la lleva a aceptar esta herencia inesperada y cómo va aceptando la presencia de una mujer que, decididamente, no está loca. El peso de esta idea, con toda su crudeza, basta para hacer de la novela de O'Farrell un territorio que merece la pena explorar.

Como decía al comienzo, el tema me aterra. La capacidad para decidir qué es lo normal y qué es patológico, cuando hablamos de emociones, sentimientos y la mente humana, me parece un poder desmesurado y pone ante nuestras narices la claustrofobia de cómo un diagnóstico de locura puede exterminar toda una vida. Así, limpiamente, sin estrépito y tapado por el oscuro velo de las convenciones sociales y los secretos de familia, una censura atroz es capaz de arrasar con quien no se adapta a un marco de convenciones infranqueable.

Su autora es todo un hallazgo, una joven escocesa que da forma a su cuarta novela con maestría y que es comparada con Katherine Mansfield por el 'Literary Review'. El libro destila una capacidad narrativa plena y mucha agudeza para la definición de los personajes, que van generando empatía con el lector y ganando así la implicación en sus páginas. 

Lo recomiendo.