miércoles, 25 de junio de 2008

Competencia y mimetismo

Las compañías de telefonía móvil lanzan sus ofertas para el verano. Es divertido observar hacia dónde dirigen sus esfuerzos de captación, fidelización o retención de clientes, porque nos da una visión bastante ajustada de la situación del mercado.

Ha habido etapas en las que toda la promoción iba dirigida a captar nuevos usuarios. Después el mensaje publicitario y sus campañas cambiaron y la explicación vino poco después: consideraban alcanzado el volumen máximo de clientes esperado y ahora tocaba evitar la fuga. En un principio las mejores ofertas eran para los contratos, ahora parece que van haciendo caso a los usuarios prepago. También premiaron el hablar con similares y este verano la estrella de las campañas es para permitir que nos beneficiemos aunque queramos hablar con la competencia.

Lo curioso es ver la simultaneidad de actuaciones en unas y otras compañías. El mimetismo llega incluso a optar por idénticas señas publicitarias. Fíjemonos, por ejemplo, en los nuevos anuncios de Vodafone y Orange: fomentan las llamadas entre diferentes operadoras y coinciden con la voz que nos lo transmite.


En el caso de VODAFONE, es el tema de LA ABEJA MAYA, y su "país multicolor",




mientras que ORANGE nos remite a la canción infantil del elefante que se balanceaba. 



Una peculiar muestra de la simultaneidad de pensamiento.

miércoles, 18 de junio de 2008

Más allá de la especie

(Una licencia, en memoria de Río)


No cabe duda de que la comunicación entre especies diferentes es posible y, para quienes tenemos la suerte de disfrutarla, adquiere una dimensión especial que supera cualquier argumento antropocéntrico. Ellos están ahí y nos demuestran que ser animal o persona no es algo tan lejano; es más, nos sacan del papel de soberanos del planeta para recordarnos que nuestro conocimiento es limitado, angosto y tiende a oscurecerse cuando despreciamos lo que no sabemos. Ellos saben, y mucho. Saben de interacción y de adaptación, pues son capaces de aprender el código con el que decirnos todo aquello que desean, sin que el lenguaje sea obstáculo. Saben de afecto, por más que una línea de pensamiento rigurosamente científico nos pueda llevar a pensar que tras el cariño máximo solo hay dependencia. Se colocan en nuestras vidas y las llenan. En su papel, que no puede ser menor porque su esencia es grande. Con sus limitaciones, que logran reducir al máximo para encontrar ese hilo que les conduce a nuestro reducto más íntimo.

Su sabiduría es innata y gozan del privilegio de seguir en contacto con una unión de instinto e inteligencia que en nosotros a veces anda coja. Nos ponen a prueba porque en ocasiones su vulnerabilidad es una dura prueba. Nos obligan a estar a la altura, porque al domesticarles el ser humano ha adquirido una deuda histórica con ellos y ya no podemos darles la espalda. Somos mejores seres humanos cuando establecemos una relación de entrega que parece gratuita y que sorprende cuando hacemos la cuenta y nuestra aportación es minúscula: ellos lo entregaron todo.
Gracias, por tanto, amigos, por enseñarnos a ser algo parecido a lo que ven vuestros ojos cuando nos miran. Río no perdió esta mirada en sus 14 años de vida. Su familia le conoció brillante, con 45 días y la despreocupación de saber que el suelo que pisaba no podía ser más seguro. Esta seguridad le ha acompañado hasta el lunes, cuando el brillo no llegó a apagarse y se convirtió en su estela. Río se ha marchado al campo. Está en ese lugar que creamos para nuestros seres queridos, y allí sigue siendo mitad animal y mitad ser humano, porque su interacción con nosotros le dio ese matiz que a él le hizo la vida animal más compleja y a nosotros nos dio una mirada directa desde la esencia ancestral que nos conecta con la tierra.




De derrota en derrota, hasta la victoria final.

Has triunfado, compañero, y nosotros, orgullosos, seremos los que siempre te recuerden. Hasta pronto.


jueves, 5 de junio de 2008

DELIBROS cumple 20 años


La revista profesional del sector editorial, DELIBROS celebró ayer su 20º aniversario en un encuentro con profesionales del sector y amigos que tuvo lugar en el pabellón del Círculo de Lectores de la Feria del Libro de Madrid.

El entorno no pudo acompañar mejor y la jornada sin lluvias facilitó la presencia de muchos de los conocidos que quisieron compartir con el equipo de DELIBROS esta fecha especial.

Su editor, Jaime Brull, destacó la labor de las tres directoras que ha tenido la revista a lo largo de su historia, y reconoció de manera especial la labor de su directora actual, Teresa Peces, en quien recae la responsabilidad de mantener la calidad de una publicación que se ha convertido en referente para un sector que la valora de manera unánime. Ellas son quienes han vivido el día a día de este proyecto, que se ha ido gestando con mimo, en cada una de sus etapas.

En su número de junio, la revista está de cumpleaños, pero ni siquiera con esta excusa se permiten un exceso de vanidad y prefieren enfocar la fiesta con un enfoque profesional. Muy acertado el repaso por la evolución del sector editorial en estas últimas dos décadas (artículo de María de Cos y Rosa Melendo), así como el artículo de Teresa Peces en el que se relata la historia de la revista en paralelo al desarrollo y cambios de un área profesional y comercial que ha ido reflejando cada una de las transformaciones sociales que ha vivido nuestro país durante este tiempo.

Mientras, en cocina, ya gestándose el número 222º (julio 2008), en el que habrá cita obligada con las lecturas para verano y una buena aproximación al cómic, que resurge y se reinventa como lectura de moda.

domingo, 1 de junio de 2008

La democratización de la cultura amenaza a las élites

Leer a intelectuales como Muñoz Molina o Javier Marías nos pone a cada uno en nuestro sitio. Suerte contar con ellos. Ubicándose en la cúspide de la alta sociedad pensante (la que cobra por pensar y termina pensando que por esto mismo son los únicos que lo hacen, o que lo hacen bien), sufren con poco aguante la distinción que existe entre ellos y la masa. Lo han manifestado en numerosas ocasiones (Muñoz Molina se quejaba hace tres años del efecto terrible que el festejo de los eventos culturales emblemáticos tenía para la élite. Ponía como ejemplo el aniversario de El Quijote, pues fomentaba que "cualquiera" pudiese incordiar teniendo acceso a la vulgarización de una obra magna, que sólo las mentes preclaras podían apreciar en su justa medida).



Hoy es Javier Marías, compañero en la cumbre de lo exquisito, quien nos regala su airada crítica (suplemento EPS)en contra de lo común, ejemplificado en lo molesto que resulta el turismo para quien viaja movido por unos fines siempre más excelsos y siempre en condición privilegiada por saberse aclimatar a la ciudad de destino sin, por supuesto, ser confundido con un anónimo y desagradable visitante.

No sé qué es lo que me causa más risa, si comprobar la seriedad con la que el elevado autor se siente completamente al margen de la humanidad (está él y luego está el mundo), sin darse cuenta de que es el ojo del que mira quien cambia la perspectiva del cuadro (¿o a caso es perfectamente diferenciable su noble estampa de la de cualquier de nosotros cuando un italiano, austriaco, francés o checo eche un vistazo al conjunto de seres humanos que ocupan la calles de su ciudad?), o la desfachatez con la que descalifica a los demás, englobados en el grupo de quienes no somos él. Curiosamente cualquiera de estas personas alimentamos su despensa cuando leemos sus artículos en el diario o cuando compramos sus libros. Qué espectacular resulta cuando alguien acomete la tarea de quedar en ridículo amparado por la impunidad de muchos años de perder visión o, como se dice en el ámbito de la actividad física, "propiocepción".

Me quedo con las divertidas frases de Marías cuando va posicionándose a favor de un mundo dividido entre él y los demás:

[...] En Venecia no hacía vida de turista, sino de residente: me asimilé a las personas que me acogían amablemente. [...]


[...] Los forasteros que pisaban Venecia [...]


En este particular grupo de escogidos, que realizan viajes legítimos, frente al burdo turismo de los demás, tiene la gentileza de incorporar a algún amigo bendecido por esta nobleza que él asigna a los trabajadores del verbo:

[...] A Manuel Rodríguez Rivero le recomendaron en Praga que no intentara atravesar el famoso Puente de Carlos después de las siete de la mañana ni antes de las diez de la noche, porque las masas se lo impedirían. [...]

(qué curioso que esta sea la misma recomendación que nos dan a los turistas, que curiosamente, también intentamos huir de los demás visitantes).


Luego vienen las referencias feas a sus compañeros de especie, e incluso lectores:

[...] rebaños turísticos de gran torpeza [...]

[...] los cuadros tapados por incontables cabezas –que no siempre cerebros–[...]

[...] los edificios pisoteados por las manadas [...]

[...] casi todas estas greyes no desean ver nada, están sólo preocupadas de hacerse fotos estúpidas con sus estúpidos móviles [...]



Está claro que Javier Marías forma parte de este grupo de escritores a los que la democratización de la cultura no les ha aportado mucho bien (si exceptuamos la ventaja de poder contar con un buen número de lectores, gracias a que la sucias manos de las greyes pueden hoyar las páginas de los libros-editados-en-serie), y prefieren que el estatus de pensador les aporte una exclusividad que elimine de su entorno el contacto con los demás mortales.

Poco ahonda Marías en la psicología humana pues lo que le ocurre es muy normal (sintiéndolo mucho, incluso vulgar), ya que uno tiende a considerarse diferente de la marabunta, y obviamente la perspectiva de cada ser humano suele ser egocentrista. La única diferencia respecto a la propia perspectiva de nuestro divertido autor es que los demás llegamos a asumir y aceptar el sesgo de nuestra mirada, pero quien como él pierde el hábito de mirarse en un espejo neutral, acaba por asimilarse a la madrastra de Blancanieves (qué símil tan coloquial, qué poco apropiado).

Menos mal que la naturaleza humana no admite demasiadas sorpresas y solemos airear nosotros mismos la causa de nuestros más hondos y secretos traumas. Marías también lo hace en este artículo cuando nos regala una explicación honesta:

[...] estar hoy en cualquier parte está al alcance del más cenutrio. Viajar a los lugares ‘imprescindibles’ no distingue, sino que vulgariza”. [...]


Ay, amigo escritor. Lo que les ocurre a ustedes es que en su noble ocupación andan buscando esta distinción que otros amenazan si reproducen determinadas actitudes. Pesa más esta amenaza contra el propio estatus que el reconocimiento de su ocupación alimenticia, pues agrede contra su propia tribuna y trono:

[...] Sólo cabe ir a lugares que aún no sean turísticos, aunque eso está cada vez más difícil por culpa de suplementos como este o El Viajero del mismo diario [...]


Menos mal que finaliza amenazando con una información útil:

[...]me callaré el nombre de esa ciudad, por si acaso algún día decido irme a vivir a ella.[...]


Aunque realmente le agradeceríamos si nos desvelara el nombre de la ciudad escogida, ya que de este modo, podremos evitar acudir allí, no vaya a ser que nos lo encontremos. A muchos, los intelectuales que ejercen, nos estropean la foto.

Lecturas con retraso III: BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE

He leído la versión clásica de este título, aunque recientemente se ha publicado su versión ilustrada (en la colección de ILUSTRADOS de Nórdica Libros, que llegó a mis manos unas semanas después).

Se trata de un relato magistral, en tono kafkiano y desarrollado con la simplicidad de una voz narrativa que, abanderada del sentido común, es capaz de contraponer su realidad lógica a lo absurdo de la situación que expone. 



La acción transcurre en Wall Street, zona de negocios deshumanizada y alienante, en la que trabaja un abogado con sus ayudantes. A este equipo se incorpora Bartleby, un hombre peculiar, que rompe las reglas sociales y laborales básicas mediante una única frase: 

"Preferiría no hacerlo"


Todo el orden se trastoca para el narrador, que no sabe cómo encajar la resistencia pasiva de su nuevo empleado y la incomunicación que bloquea cualquier alternativa para razonar con él.

Nuestro relator pasar por explorar diversas emociones y estrategias. Le mueve su amplio sentido del orden, de la responsabilidad, la caridad y la compasión. Pero le derrota el desconcierto, su incapacidad para gestionar una realidad que rompe las normas básicas de relación y crea una situación que se basa en el absurdo.

Detrás de esta narración podemos adentrarnos en el esbozo de la soledad que amenaza al hombre del siglo XX (XXI también, claro), en un entorno urbano capaz de devorar la individualidad de sus habitantes, que quedan fuera de contexto y significado en cuanto se salen de las pautas de comportamiento comunmente aceptadas.

Es una historia triste; a veces, caricaturesca, pero dramática por lo extremo de la incomunicación y soledad de sus personajes.

La realidad poco a poco va resultando menos equilibrada y las personas quedan a expensas del ritmo vital de la metrópoli, que deja atrás, descolgados, a quienes no se adaptan a la norma.

Humanidad, incomunicación // soledad, masificación // bondad, indiferencia...

El juego de contraponer sentimientos emociones y vivencias nos permite vivir en la piel de este abogado, a quien sobrepasa la pequeñez de una anécdota que termina por imponerse, en su tamaño y dimensión, a su propia perspectiva, sensatez y cordura.