La ventaja y desventaja que supone vivir en una época en la que todo lleva una velocidad de vértigo es que tienes la posibilidad de analizar en tiempo real sobre fenómenos que surgen y evolucionan minuto a minuto, pero esta visión carece de la perspectiva que aporta el tiempo para contrastar y posar nuestras ideas efervescentes.
Las actividades que desarrollamos en materia de comunicación prácticamente se lanzan al mundo sin reflexionar. Se improvisan, nos arrastran, y vamos suponiendo cosas, creyendo que sabemos lo que hacemos aunque, en el fondo, desarrollando también expectativas y miedos, porque el fenómeno nos supera.
En mi faceta de bloguera tengo la oportunidad de compartir ideas con personas muy diferentes. Mantener dos blogs de temática muy diferente (aparentemente...) me permite salir de un enfoque para calzarme las gafas opuestas y observar la misma realidad a través de otra mirada.
Hace poco leía el comentario de una chica (veinteañera) al respecto de su participación en la blogosfera. Ella había desarrollado un blog sobre una temática que le divertía pero según había ido avanzando en su publicación se había dado cuenta de una cosa: "¿y si todo cuenta?" Estaba en búsqueda de empleo y le pareció preocupante que en su candidatura a cualquier puesto fuesen a husmear en la red para descalificarla según llegase a la empresa la información indiscriminada que vamos emitiendo en formato 2.0.
"¿Y si no les gusta mi blog? ¿Y si localizan comentarios míos y les parece mal?" Esa era su principal preocupación. Y me parece razonable pensar así. Todos los que nos manifestamos a diario en algún medio de expresión personal tenemos estas dudas...
¿Hasta qué punto contamina nuestra imagen el que nos identifiquen vinculados a una u otra idea? De las cosas que hago en mi vida digital.. ¿cuáles serán negativas para poder presentarme candidata a un puesto de trabajo? ¿Con cuáles de estas actividades me abro puertas y con cuáles me las estoy cerrando? ¿Qué puertas son esas? ¿Son excluyentes?
He reflexionado mucho sobre esto y he leído opiniones diversas, pero no encuentro una respuesta satisfactoria. Todo está por hacer y todo está por ver.
Tengo, eso sí, mi propia intuición al respecto. Lo que me indica el sentido común, la observación y mis propios deseos:
Creo, según lo que voy viendo, que estamos en el comienzo de una nueva forma de relacionarnos que hace difícil establecer una frontera rigurosa entre lo que manifestamos a nivel personal y lo que queremos manifestar y mostrar en facetas diferentes y selectivas de nuestra vida. Los intentos por diferenciar ambas faceta son cada vez más inútiles. Hay dos tendencias en el límite, que son excesivas (como todos los extremos, claro):
- Quien desarrolla un exacervado celo para preservar su intimidad, hasta el punto de obsesionarse con impedir que se muestre una sola foto de ellos, que nadie les cite, que no aparezca su presencia en ninguna herramienta de interacción online...
- Quien participa con una desinhibición completa en todo tipo de plataformas, mostrándose al mundo tal y como es, dejando una estela de instantáneas de su vida privada, de su vida social, de sus opiniones, ideas y manifestaciones, sin filtro.
El primer caso creo que cada vez es más irreal. Puede sostenerse, pero a costa de perderse muchas cosas buenas que están pasando en la vida social online. Además hay determinadas profesiones que impiden que esto sea viable: cada vez hay más facetas laborales que exigen tener presencia online, comentar, participar... Y en la sociedad de comunidades, participar implica compartir y ofrecer. No sirve ser un simple observador.
El segundo caso es muy propio de los más jóvenes... comienzan a utilizar la vida social online sin ningún pensamiento puesto en el futuro. Se manifiestan como lo que son, en una etapa de la vida en la que ser "tú mismo" te permite ganarte el respeto social de los tuyos. Lejos queda el momento en el que una empresa te pagará para ser "lo que ellos quieren que seas". Ahora esa idea huele a venderse, apesta a falsedad y no la contemplan. Ser auténticos les obliga a usar estos canales de comunicación con total libertad. Aún no hemos avanzado lo suficiente para ver si dejar rastros de esta etapa en la red es algo que querer evitar (¿os imagináis tener el vivo recuerdo de vuestra adolescencia grabado a golpe de link en la web? uffff).
Como suele ocurrir, el acierto tal vez se encuentre en las posiciones intermedias. No vamos a poder evitar tener presencia online, y va a ser difícil separar completamente facetas diversas de nuestra personalidad. Creo que ser conscientes de ello es el primer paso para que el uso de estas nuevas pantallas no nos dejen desprevenidos y mostremos una imagen de nosotros mismos que pueda ser perjudicial. Pero creo sobre todo que la mejor vacuna contra este exceso de presencia en la red es el exceso mismo. Es decir... hoy todavía puede llamar la atención de alguien el encontrar muestras de manifestaciones online de personas a las que tal vez tengan que entrevistar o considerar para un empleo o una contratación (uno de los temas que más preocupa), pero llegará el día en que esto será lo normal. Las personas habrán ido dejando senderos de comentarios, manfiestaciones, opiniones o imágenes, y esto dejará de ser tan relevante para que "cuente" a la hora de elegir o no a una persona para un determinado trabajo.
Llegará el momento en el que será normal estar presente en la vida online. Habrá casos en los que estas muestras de comportamiento tendrán interés, y habrá que dosificarse y saber que estamos dejando un rastro, pero precisamente por ello, la acumulación constante de este tipo de comportamientos hará que sea normal y que deba escogerse entre cuáles de estas manifestaciones hay que tener en cuenta o no.
Un ejemplo simplón podría ser la manifestación que tenemos en otras áreas de la vida: entre nuestros amigos, en nuestras comunidades de vecinos, en los grupos de ocio en los que participamos... No somos 'inocuos', dejamos rastro. Lo que cambia es la disponiblidad de este tipo de señas. Pero... más allá del simple acceso... ¿Os imagináis a un responsable de personal acudiendo a vuestros compañeros de hockey para preguntar si eres bueno jugando en equipo? ¿O preguntando a tu vecina si cree que estás más alineado con la derecha o la izquierda?
Cuando estas informaciones no sean relevantes, y siempre y cuando seamos conscientes de que vamos dejando huellas, entraremos en otra etapa en la que estar o no estar online dejará de ser una opción y dejaremos de verlo y sentirlo como un riesgo.