viernes, 14 de octubre de 2011

LECTURAS :: 'Un extraño en mi vida'


La infidelidad siempre me ha parecido un tema apasionante para concebir una novela. La condición humana esconde contradicciones que no siempre es correcto analizar y no siempre es posible hacerlo con dando en su clave fundamental. Evan Hunter logra, en esta novela magistral publicada a finales de los años 50, sacar a relucir la carga emotiva, social, formal y la esencia de las relaciones de pareja.

La historia está condicionada por su contexto, así que los protagonistas viven sus matrimonios felices y estables dentro de la sociedad norteamericana de la época, dando salida al sueño americano en plena ebullición: buenas casas, profesionales liberales que empiezan a combinar la riqueza con su prestigio, frente a trabajadores menos brillantes pero con los mismos sueños de mejora. La placidez de un vecindario, la diferencia en el rol de cada género... el ama de casa tradicional que comienza a plantearse dudas sobre sus opciones... Y todo ello dando lugar a una vida aparentemente en paz que, sin embargo, no impide que el tedio, la calma, el aburrimiento o el deseo de conquista, la necesidad de sentirse aún vivos, lleve a los protagonistas a asumir una segunda vida, una relación extramatrimonial, un lío, una locura pasional. Pero, ¿es simplemente eso? ¿Se reduce solo a un conflicto moral? Porque detrás de esta eterna historia de la condición humana, no es todo frivolidad y ligereza. La pasión nos define y nos hace vernos con más autenticidad que nunca. ¿Enamoramiento real? ¿Necesidad de elegir? ¿La pasión o la estabilidad? Acaso convertir esta relación novedosa y chispeante en una nueva vida estable, ¿no terminaría por iniciar una nueva cadena de acontecimientos similares?

Esta novela es capaz de recoger todas estas cuestiones y estas reflexiones y ponerlas sobre la mesa con la maestría de un thriller psicológico. El protagonista, Larry Cole, es un arquitecto de éxito casado con una mujer a la que ama y padre de dos niños. Sin embargo, una atracción inevitable le hará fijarse en su vecina, Margaret Gault. Una relación inesperada y con una fuerza arrolladora que pondrá patas arriba la serena vida de sus protagonistas. Pero todo transcurrirá sin alterar, aparentemente, la quietud y la serenidad de la vida ordenada y habitual de ambos. La fuerza de la costumbre, el peso del cariño frente al deseo arrollador y desequilibrado... La situación es más común de lo que parece y con esta vivencia, ambos comprobarán que la infidelidad existe aunque se oculte. La dualidad de sentimientos es algo real, aunque la sociedad solo permita abordarlo desde consignas morales.

La novela está muy marcada por la descripción de un modo de vida propio de la época y el entorno, pero los temas que trata, y el enfoque emocional, terminan por convertir este relato en una descripción universal de sentimientos y situaciones que aún hoy no hemos resuelto.

Evan Hunter es el pseudónimo de Salvatore Albert Lombino, nacido en Nueva York en 1926. Tuvo una extensa carrera literaria dividido entre dos líneas de trabajo: sus novelas 'serias', publicadas bajo este alter-ego, y sus novelas policiacas, que firmó como Ed McBain. Escribió numerosos guiones de cine, y fue quien adaptó el relato de Daphne du Maunier, 'Los pájaros', para Hitchkock.

La novela tiene un difícil comienzo, pues cuesta entrar en el tema y asimilar la identidad de cada personaje. El autor va describiendo situaciones prácticamente de la mano de sus protagonistas. No hay aclaraciones, no hay facilidades para el lector que tiene que acometer la tarea inicial de hacerse con la historia. Recuerdo que cuando iniciaba su lectura me planteé si merecía la pena seguir adelante con una historia en la que no llegaba a identificar a sus protagonistas después de unas cuantas páginas. Me alegro de haber elegido seguir, porque ha resultado una lectura lenta pero muy 'nutritiva'. Me terminó por atrapar y hacer sentir empatía con su protagonista aunque el tono de Hunter es muy 'masculino' y se ve muy influido por el machismo de la época. Pero finalmente, tal vez por ello, la obra y las reflexiones resultan muy honestas y conectan con mi propio punto de vista para lograr, al menos, un diálogo. Y esto es mucho pedir para un libro: te hace pensar, te lleva a cuestionar al autor, te preguntas sobre tu propia postura y, a pesar de la lejanía del contexto social en el que se desarrolla, el relato te permite adaptar las pautas generales al momento presente.


CITAS:


“Ella se había convertido para él en La Mujer. No en su mujer, sino en cada una de las mujeres que había conocido y hubiera deseado conocer."

“Quería saber cosas sobre su esposa. Para ella era la atractiva morenita que había llevado a Chris a la parada del autobús, la mujer cuyos ojos ella había evitado. No intentó captarse su simpatía. Ya le había robado bastante. No deseaba más.”



“Tengo un armario lleno de etiquetas: arquitecto, esposo, padre, hijo, competidor, gruñón, hombre. Coso las etiquetas en mis prendas, pero los trajes nunca me sientan bien. Bajo todo ese tejido, ¡estoy yo! Y nunca soy realmente yo.”

[...]

“¿Qué sucede cuando los valores se transforman? ¿Qué sucede cuando toda la vida has creído en el honor, la confianza y la decencia y de repente descubres que también eso se ha convertido en etiquetas? ¿Cómo puede uno distinguir lo que está bien de lo que está mal, si de repente se cambian los papeles, y el mal se convierte en bien?”


“¿Había sido su ansia un simple rebelión, o un retroceso al dominio de los sentimientos animales? ¿No había encontrado algo seguro, el sexo, en medio de un mundo de incertidumbres? ¿No era una realización en un mundo de sueños y de propósitos frustrados? ¿Por eso había buscado a Maggie? ¿Por eso había seguido con ella?”

sábado, 8 de octubre de 2011

LECTURAS:: 'Las chorradas de mi padre'


Al autor le ha dejado su novia. Tiene 28 años y se ve obligado a vivir de nuevo con su padre, de 73, quien nunca se calla las opiniones irreverentes y políticamente incorrectas que tiene acerca de casi todo. Justin recoge estas manifestaciones abruptas, chocantes y propias de una personalidad muy particular y crea un perfil de Twitter: @Shitmydadsay, que poco a poco va ganando seguidores. Esta particular novela de humor está basada en estas "chorradas" que dice su padre, y el resultado es una aproximación hilarante a la figura de un hombre que parece estar de vuelta de todo y no cae en los tópicos sociales más habituales pero que encierra, tras su tono rudo y poco amable, un amor sincero y auténtico hacia su hijo y su familia.

Es un libro ligero, rápido, que se lee fácil y que te engancha por la empatía que desarrollas con el autor. ¿Quién no ha sentido que su vida no sale según lo planeado y quién no ha tenido los escépticos ojos de su padre o madre como testigo de errores y aportando esa mirada tolerante o demasiado sincera que sirve de espejo?

Personalmente, he caído rendida ante la personalidad de Sam, el padre de Justin. Quizás porque siempre me ha dado alergia la máscara de excesiva dulzura que veo en algunas personas, o tal vez porque mi propio padre y mi abuelo paterno siempre me reconciliaron con este tipo humano, 'duro por fuera pero blando por dentro'. También me engancha la lucidez que una visión realmente desnuda de artificios es capaz de aportar sobre las cosas, y me convence la versión del amor incondicional, muy 'de padre', que ofrece el protagonista... pues precisamente es en medio de los errores del autor donde el apoyo paterno sale a relucir más auténtico que nunca, sin hacer incompatible la rudeza con el cariño.

Imagino que este libro o te encanta o sales huyendo. Si eres de los que prefiere la forma al fondo, o si aborreces el estilo descarnado y algo agrio como tono predominante en una relación paterno-filial, no te aconsejo su lectura. Pero si eres dado a reír casi de todo, y te atrae, precisamente, la 'toma de tierra' que supone conectar con esa capacidad de reír de uno mismo, este libro puede ayudarte a sentirte muy cerca de Justin y su padre, y tal vez a conectar con el tuyo, o a adoptar parte de esta filosofía de vida minimalista, llana y básica que encierra grandes verdades en un envase de ironía, crítica descarnada, exabruptos y salidas de tono.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Frustración en la red



Es una situación frecuente, amigos y conocidos que tras una intensa e ilusionada actividad en las redes sociales terminan por colgar el cartel de 'cerrado' o 'me voy de aquí'. Detrás de esta marcha se percibe o se lee su frustración. Participaron con buena disposición y quisieron usar este canal como una nueva ocasión para compartir y estar en contacto con sus amigos o conocidos. Pero algo salió mal. ¿Qué ha ocurrido? No es un hecho aislado y las razones que esgrimen cuando lo explican a los amigos que dejan en este 'barrio digital' suelen contener razones como las siguientes:

_"Me voy a centrar en la vida real"...

_"Necesito tiempo para dedicarlo a las cosas reales"...

_"Esto no es para mí"

_"Me encontraréis en el email, tlf, etc." (los modernos canales que ahora ya son los 'tradicionales').

Es un fenómeno lo suficientemente repetido y similar como para poder echar un vistazo y pretender extraer algunas conclusiones para explicarnos por qué ocurre esto.

Mi percepción es la siguiente: la pertenencia a estos canales de comunicación estimulan sentimientos y sensaciones que hasta la fecha no tenían tanto peso en nuestro día a día, o que lo tenían pero en otros ámbitos que sabíamos controlar mejor. Entre estos sentimientos se encuentra, como no, la necesidad de ser aceptados. Estamos en un entorno social y la comunicación deja de ser bilateral. Nuestra actividad en las redes es algo visto por otros. Es una faceta pública de nuestra vida. No hace falta que contemos o mostremos algo íntimo, esa es la falacia, ya que simplemente con comentar algo o proponer una idea nos estamos exponiendo a ser aprobados, rechazados, comprendidos o juzgados. 

Los ojos ajenos están ahí y condicionan siempre nuestro comportamiento. Participar en estos ambientes digitales nos genera una expectativa que no podemos negar y de ahí surgen necesidades con las que no contábamos: la necesidad de RELEVANCIA (nos gusta que algo ingenioso sea comentado, aplaudido y festejado), de APOYO (unirse a nuestra causa, nuestra protesta o nuestra alegría), de ÉXITO SOCIAL (cuántos amigos tengo, cuántos seguidores tiene mi comentario o ingenio)...

"Surgen necesidades con las que no contábamos: necesidad de relevancia, de apoyo y éxito social"

Para quienes no están acostumbrados a medir el impacto de un mensaje y quienes no están acostumbrados a medir el efecto emocional que puede generar un acto de comunicación en red, controlar nuestra actividad en una red social y sentirnos satifechos con nuestras expectativas puede ser algo complicado. 

A esto unimos la dificultad que conlleva la comunicación por escrito. Nos faltan datos... la expresión de nuestro rostro, la emotividad que conlleva esa idea... No es difícil generar verdaderos actos de incomunicación en la red. Basta que surja un malentendido entre un pequeño grupo para ver cómo esa dificultad para entenderse crece con la participación de unos y otros. Quienes en ocasiones normales permanecerían al margen, intervienen... a veces mediando, a veces intentando pacificar... El factor tiempo distorsiona las emociones. Quien lee la historia en frío y con lejanía se atreve a 'templar gaitas'  y ser muy políticamente correcto, mientras que quien entra en lo más profundo del debate y se ve afectado por algo que ha sido malinterpretado o rechazado se ve de lleno en el centro de un acto de 'rechazo social' del que recibe hostilidad tan solo por no estar actuando con la suficiente sangre fría y distancia.


"Aprenderemos a modular el grado en el que nos implicamos"

Es difícil lograr empatía en red. Y un enfoque psicológico nos llevaría a abordar la emoción que se desarrolla en los comportamientos grupales. Estar en una red social deja de ser un acto individual para ser parte de nuestra actividad en relación con otros... Y esta actividad a veces es agotadora. 

Entiendo a quienes se han marchado de estos entornos y creo que poco a poco asistiremos a una regulación y moderación de la actividad que se desarrolla en las redes sociales. No creo que dejen de existir ni se extingan pero aprenderemos a modular el grado en el que nos implicamos. Haremos perfiles diferentes para nuestras diferentes facetas de relación y mediremos mejor cómo nos manifestamos en ellas. 

No siempre seremos capaces y seguro que la frustración nos acompañará en buena parte del camino porque es imposible controlar el comportamiento humano y no podemos controlar las reacciones que producen nuestros mensajes. Tampoco podemos garantizar que siempre seremos entendidos y evitar que se nos malentienda. Pero, con un poco de suerte, adquiriremos algo de madurez en nuestra actividad social en internet y no caeremos tan fácilmente en la frustración cuando no alcancemos el nivel de éxito social que esperamos o cuando no logremos la relevancia que queremos obtener. 

Y en cuanto a esa sensación de que 'Facebook no es la vida real', quizás resume muy bien la falsa imagen que nos puede generar en ocasiones, ya que no olvidemos que la necesidad de atención, relevancia, éxito y aprobación social muchas veces enmascaran la necesidad de afecto que tenemos y esto no lo podemos buscar aquí. 


martes, 23 de agosto de 2011

Expectativas sobre periodismo en el aula ‘Ortega y Gasset’


El pasado martes, 16 de agosto, tuve la suerte de participar en el Aula Ortega y Gasset, en la UIMP. Me invitaron para exponer algunas ideas sobre la profesión de periodista ante 50 alumnos del último curso de Bachillerato con los expedientes más brillantes. Era todo un reto porque se encuentran en un punto muy importante de sus vidas: la elección de la carrera universitaria que van a cursar, y porque se trata de chicos y chicas excepcionales. Y así lo pude constatar.

Preparé una charla ligera en la que quería poner de manifiesto, sobre todo, el acercamiento necesario entre expectativas y realidad a la hora de acercarse a cualquier profesión. Es el único modo de reducir el margen de incertidumbre que siempre vamos a encontrar en una decisión como esta (que tomamos jóvenes y cuyas consecuencias nos acompañan toda la vida).

Quise exponerles el proceso de toma de decisión como algo a lo que se van a enfrentar con frecuencia a partir de ahora, ya que van a ir creando su itinerario particular para llegar a ser los profesionales que serán en un futuro muy próximo.

En este proceso de toma de decisión, van a tener que gestionar tres variables:

-       sus necesidades

-       sus expectativas

-       el contexto



Intenté hacerles ver que las NECESIDADES y su jerarquía marcan el punto de partida para tomar cualquier decisión y que estas necesidades evolucionan por lo que nuestra profesión tendrá que responder a necesidades muy básicas (de supervivencia) para pasar a colmar expectativas de nivel superior: relación, pertenencia o ubicación social y autorrealización.

Mi consejo es que no dejen de tener en cuenta los diferentes niveles o la jerarquíaa de estas necesidades para tener en cuenta que nuestra profesión tendrá que dar respuesta a todas estas fases, dependiendo de nuestra propia evolución personal.

En cuanto a las EXPECTATIVAS sobre una profesión, se conforma de la imagen que tenemos del profesional. La vocación se construye con ideales y es lógico que nuestra visión de una profesión sea romántica, llena de valores e imágenes interesantes y motivadoras. Hicimos un repaso sobre la imagen que tenemos del periodista y tratamos de analizar los estereotipos que existen al respecto. Incluyendo su evolución con el paso de tiempo (vimos algunos cortes de películas en la que se ofrece una visión del periodista y su ejercicio profesional).

Por último, el CONTEXTO lo enfocamos como la parte más difícil de controlar de este proceso, ya que se nos escapa, es algo externo que no vamos a poder cambiar. El contexto socioeconómico es variable, por lo que ni siquiera ajustándonos a los datos que podamos manejar hoy podremos garantizarnos el dato exacto sobre qué perspectiva nos espera dentro de unos años. Les recomendé que estuviesen siempre informados, que conociesen el contexto en el que se desenvuelven, para poder reducir, gracias a la información, el margen de incertidumbre que siempre va a existir en este entorno.

Finalmente, llegamos a una breve conclusión a modo de consejo, que fue lo que me permití recomendarles como punto final de la charla:


  • Toma decisiones
  • Cuestiona periódicamente tus necesidades
  • Dale un hilo conductor a tu CV
  • Garantiza lo genérico
  • Sé creativo en lo individual
  • Analiza la realidad
  • Busca oportunidades

Y tocó el turno de las preguntas, donde demostraron, precisamente, el tipo de personas que son: formados, curiosos, analíticos, muy respetuosos, muy abiertos y comprometidos, críticos e ilusionados por el apasionante momento que están viviendo y que, a pesar de las dificultades y el panorama tan poco motivador que tienen en el mercado laboral, deben afrontar con determinación y sin perder el componente de idealismo que hace falta para que las cosas puedan ser mejor en el futuro próximo del que ellos formarán parte y al que contribuirán a mejorar.




Los amables compañeros de Prensa de la UIMP me hicieron esta foto tan estupenda en uno de sus salones. Se pasan el verano trabajando duro y hacen una estupenda labor.

Os dejo la grabación de los vídeos por si os resulta interesante:



Y la presentación de apoyo, en formato PDF.




miércoles, 10 de agosto de 2011

Comunicando con empatía

imagen: vomm


La inteligencia emocional es algo de lo que hablamos mucho, incorporando el concepto a nuestro día a día pero no siempre aplicamos este conocimiento. En numerosas ocasiones, el fallo que cometemos al no actuar con esta habilidad de saber gestionar emociones (propias y ajenas) ocurre en el ámbito de la comunicación. Y ahí lo estropeamos todo. Porque de nada sirve entender al otro y querer servirle de apoyo si a la hora de manifestar nuestros mensajes transmitimos lo contrario.

No es raro que dos personas con posturas más próximas de lo que parece terminen por discutir sobre una cuestión cuando realmente no hay tanta diferencia entre lo que están pensando. En estos casos suele existir un fallo en la capacidad para transmitir lo que realmente pensamos o para entender lo que nos dice el otro. Creo que la comunicación interpersonal tiene una doble vertiente: transmitir y recibir, y tenemos que poner nuestra voluntad en ambas facetas, especialmente porque las conversaciones se realimentan y el mensaje que dirigimos se convierte en un elemento que causa una respuesta. 

La empatía es un concepto del que también tenemos suficiente conocimiento. Ya no nos extraña que se nos sugiera falta de empatía para diagnosticar la razón de un malentendido. Forma parte de nuestras relaciones y la exigimos a los demás como algo necesario para conectar y mantener una relación personal. Sin embargo, resulta difícil identificarla en aspectos concretos y prácticos. Muchos creemos mostrar empatía con nuestro amigo, pareja... pero, ¿cómo lo estamos haciendo realmente? ¿qué elementos estamos mostrando para actuar con esta habilidad?

En nuestra comunicación podemos identificar fallos comunes que nos podrían mostrar lo contrario: no estamos actuando con empatía. Digamos que podemos sentirnos identificados con el otro pero no le estamos haciendo sentir así. Y la 'culpa' seguramente esté en las fórmulas que utilizamos para comunicarnos con él/ella.

Hay fórmulas de manual, elementos que si los analizamos destilan falta de empatía por todas partes. Y la mayoría de las veces que los usamos no estamos siendo conscientes de su poder 'letal' para situarnos muy lejos de la emotividad de nuestro interlocutor. Y a partir de ahí, difícilmente vamos a conseguir que nuestros matices le interesen porque lo que ha percibido antes de nada es que 'no le entendemos'. Y lo que seguramente tengamos sea una reacción de frustración. Y la frustración es caldo de cultivo para un estado anímico que facilita poco el entendimiento. 

Empatía no quiere decir que estemos de acuerdo con la otra persona. Podríamos considerar la empatía como un componente del entorno comunicativo. En un contexto de empatía podrá darse un intercambio de ideas más libre porque no habrá carga emotiva negativa. La empatía no nos obliga a aceptar todo lo que nos dicen, ni nos obliga a pensar como nuestro interlocutor. Pero si actuamos con empatía tendremos un entorno donde cualquier crítica o argumento en contra podrá ser percibido como algo constructivo, pues no atacará a las emociones, no negará la situacion en la que se encuentra el receptor y mostrará respeto a las emociones que está sintiendo: aunque no las compartamos, las entendemos.

Hay mensajes que arrastran una brutal carga de falta de empatía. Son mensajes inocentes, la mayor parte de las veces. Y solemos no prestar atención al poder emotivo que tienen. Una de estas frases exterminadoras de la empatía es:



"No entiendo por qué te afecta tanto"



Obviamente las cosas nos afectan dependiendo de muchos factores. Desde fuera siempre será difícil ponernos en el lugar de la otra persona, y seguramente sea de mucha ayuda que una visión externa, con más perspectiva, nos diga que el problema no es tan grave y que seguramente tiene arreglo. Pero con esta frase el problema o la cuestión queda reducida a una minucia y la 'culpa' recae en la propia persona. Si hablas con alguien que te dice no entender por qué algo te afecta es muy probable que cualquier intercambio de ideas resulte inútil. Primero, por la falta de entendimiento que vamos a encontrar al otro lado, en el aspecto emocional de cualquier situación, que es la parte que más difícil nos va a resultar gobernar porque las emociones no funcionan con la lógica de la razón. Segundo, porque en este mensaje hay implícito una señal de 'te equivocas'. Digamos que con esta frase lo que recibimos es que nuestras emociones, además, son incorrectas. Y si estamos hablando de emociones negativas, de algo que nos duele, nos incomoda o nos supera, tener que aceptar que la culpa es nuestra no ayuda a digerirlas, elaborarlas y procesarlas. 

Creo que hay fórmulas más acertadas para decir lo mismo sin caer en la falta de empatía. Tal vez: 

"Seguro que si lo miras con perspectiva, podrás con ello y te sentirás mejor."

"Entiendo que te afecte pero vamos a ver qué cosas se pueden hacer para que deje de hacerte daño".

¿Por qué no transmitir la misma idea sin la connotación negativa que tiene el primer mensaje? Especialmente porque la empatía es gratuita... si la tenemos, será estupendo mostrarla. Pero si no la sentimos, no es necesario transmitir esta ausencia. A veces, el silencio es mejor mensaje que una frase con una carga emotiva que solo transmite inseguridad, culpabilidad y sensación de error. Si queremos que la otra persona afronte un problema que le vence, podemos contribuir creando un contexto en el que reciba apoyo para sentirse más segura, más capaz y más fuerte. No justamente lo contrario. 

Y esta capacidad, entre otras cosas, es una de las características que define a una persona con verdadera inteligencia emocional: ser capaz de identificar la carga emotiva de las situaciones y manejarla para obtener el resultado que se persigue. Usar la emotividad de forma constructiva. Es complicado, claro que sí, pero siendo conscientes de ello seguro que estaremos más cerca de lograrlo.