domingo, 15 de febrero de 2009

De charla con los niños.

Una de mis profesoras de lengua de mi infancia, Adela, me dio una alegría grande a comienzos de curso cuando me dijo que los profesores de Primaria del colegio donde estudié habían decidido incorporarLa noche de los sueños perdidos’ al plan de lecturas de este ciclo. En concreto, lo habían planificado para que fuese libro de lectura en vacaciones de Navidad para los alumnos de 6º. En realidad yo siempre concebí este texto para niños algo más pequeños (tal vez 5º), pero a ellas les pareció que por el tipo de edición que se había hecho (un cuerpo de letra mediano y pocos dibujos) era demasiado denso para los más pequeños. En cualquier caso, la experiencia de someter este trabajo a su test más verdadero había comenzado. ¿Cómo reaccionarían estos niños ante mi trabajo? Nunca tuve críticos más exigentes, y la verdad es que solo la idea ya me imponía bastante.

La experiencia se completó con mi visita a su clase, el pasado miércoles, para charlar con ellos sobre mi trabajo, la literatura, mis recuerdos del cole y demás. Su recibimiento fue entusiasta y a mí me motivó muchísimo verme en las mismas aulas donde estudié hace veinte años (¡¿tanto?!?). Ellos empezaron con preguntas preparadas y “oficiales”, que seguramente había sido el encargo que les hicieron sus profesoras para preparar la sesión. Preguntas sobre cómo fue el proceso de escribir, sobre cómo se edita un libro… Me preguntaron cómo se me ocurrió la idea, de dónde surgieron los nombres de los personajes y si tenía nuevas ideas para más libros.

A medida que iban entrando en situación, las preguntas eran más espontáneas y mucho más divertidas. Entraron con los temás más cercanos: mis recuerdos sobre el cole. Si había tenido a la misma profesora que ahora les daba gimnasia (sí, efectivamente es la misma), si el patio estaba igual, si en el comedor cuidaban de nosotros las mismas profesoras que lo hacen ahora… La verdad es que no encontré demasiados cambios en el colegio, así que no me parecía estar hablando de tantos años atrás. Eso sí, tuve un momento “cruel realidad” cuando uno de ellos me demostró que para ellos veinte años son muchos, al preguntarme si nos pegaban con la regla en las manos al portarnos mal. “¡No soy ta vieja!”, les dije. Y no sé si se lo creyeron.

Pero el momento clave fue cuando me tocó a mí hacerles las preguntas. “A ver, ahora me tenéis que dejar que os pregunte yo. ¿Qué os ha parecido el libro?”. Me encantó su espontáneidad y su sinceridad. Lo primero que me dijeron es que ellos eran mayores para leer cuentos en los que apareciesen hadas. Sobre todo fueron tres chicos los que defendieron que “las hadas son para niños pequeños”. Su profesora les replicó: “¿pero qué sois vosotros?”… “Adolescentes”, dijo el más avispado. Y me hizo gracia verles conceptualizarse a sí mismos con tanta rotundidad, a sus once años.

Me gustó este debate porque me daba muchas pistas sobre sus intereses. “Entonces, ¿a vosotros os gusta leer sólo sobre cosas realistas?”. Muchos de los que habían defendido su madurez me dijeron que sí, pero a la hora de ponerme ejemplos de lecturas realistas sobrevino un caos: hubo quien me dio referencias completamente desconcertantes, como el pequeño que había leído ‘El niño el pijama de rayas’ frente a quien me ponía ejemplos de ‘Harry Potter’.
Eso sí, tenían muy claro que la fantasía la consideraban algo poco cercano. Aún así, me dijeron que les gustaba la idea de que las historias que le ocurren a la protagonista estuviesen conectadas y todo tuviese sentido al final, pero también criticaron por considerarlo infantil el hecho de que los capítulos fuesen de estructura similar. Ellos querían no saber qué iban a encontrar en cada página y querían ser sorprendidos. Las aventuras más extremas y lo desconcertante era lo que más les podía enganchar. Me dieron una lección de literatura infantil en sólo hora y media, y creo que fue muy estimulante saber cómo ellos conciben los libros.

En ningún momento encontré reparos para leer. Estoy muy acostumbrada a oir a los padres y profesores quejarse de que los niños “no leen” pero no vi en esta clase que leer hubiese sido un problema. No solo leyeron, sino que sabían perfectamente qué cosas les había gustado de lo que habían leído, y captaron perfectamente que la intención del libro era llegar a un tipo de niño algo más pequeño. No se les ecapó una.

En este debate hubo momentos brillantes por su parte, como cuando yo les explicaba que en un texto podíamos encontrar varios objetivos diferentes, y que en ocasiones el autor quería entretener a los lectores pero otras veces lo que podría perseguir otros fines, como evocar otra época, recordar momentos del pasado, o encarnarse en personajes muy alejados de su propia condición para huir de la realidad o explorar otras posibilidades.

En este punto una de las niñas me dijo, comprensiva ante mis esfuerzos por justificar la labor de los escritores, que eso lo entendían, pero que en cuanto a la evocación de otras épocas o vivencias del pasado, era poco útil para ellos, ya que a ellos les interesaba más el presente y el futuro porque “el pasado lo tenemos muy cerca”.

Fue genial.

También pude ojear los trabajos que habían entregado a sus profesoras sobre la lectura y allí encontré también otras ideas y la voz de los más tímidos que no participaron en voz alta en el aula. Hubo varios que reconocieron sentirse identificados con la protagonista y ¡hubo algunos que sí aceptaban la fantasía como tema de interés! También me sorpendió que alguno había navegado por internet para encontrar más material sobre el libro. Y alguno reconoció que le hubiese gustado encontrar más ilustraciones en el libro.

Pero me quedo con la explicación de una niña, magnánima, que escribió su valoración personal de este modo:

“Me ha gustado la historia y me he sentido identificada con la protagonista, pero me ha parecido repetitivo que los capítulos sean iguales: Claudia tiene un problema y lo resuelve, tiene un problema y lo resuelve, tiene un problema y lo resuelve… Al menos la autora ha tenido mucha imaginación y hay que darle ese mérito”.


¡Gracias, chicos y chicas de 6º! Me acordaré siempre de vosotros.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Enhorabuena escritora!!

¿Para cuándo el próximo?

¡Saludos!