lunes, 15 de marzo de 2010

Lo que tarda la mente en despertar

Hoy, lunes, cuesta poner en marcha la semana. Lo primero que se despierta es la rutina y gracias a estos patrones repetidos podemos seguir adelante con el simulacro de haber entrado ya en materia, aunque nuestro cerebro nos siga con horas de retraso.

A mí me cuesta dejar atrás dos días de actividades diversas, estimulantes y motivadoras pero, por eso mismo, capaces de alterarme. No me dejan pasar al estado de conciencia más llevadero, el cómodo, el que ahorra energía y el que puede no pensar mucho. Por eso me cuesta entrar en el lunes. Me cuesta volver a dejar de ser yo.


En nuestras charlas de lunes sale a relucir eso mismo, el fin de semana. Qué hemos hecho para sentirnos más "nosotros mismos". Es curioso compartir vulgaridad en nuestras facetas más personales: no somos tan distintos.

Coincido con un compañero de trabajo en hablar de cine. Yo vi 'Un hombre soltero' (de Tom Ford, basada en la última novela de Christopher Isherwood) con mi adorado Colin Firth, y la sugerente Julianne Moore. Me gustó la cadencia de la historia. Su mensaje sencillo. Sus detalles y símbolos casi estáticos pero tan sugerentes. Todo es estético en esta historia: fotografías; galería de señales; evocación y un tono agridulce, más amargo que empalagoso, y más nostálgico que hiriente.

Y la gracia es que estuvimos en el mismo cine. Casi a la misma hora. Y lo hemos descubierto por quejarnos los dos del timo que ofrece el Renoir de Princesa, cobrando una entrada completa (un pastón) por una butaca en la sala 4 de los cines: ridícula, con solo 8 filas mal dispuestas (las primeras butacas de la fila 8, casi en la puerta de entrada) y una pantalla, como dice él: "De las de tele de rico". Pues eso, una pantalla minúscula a la que mirar como si estuvieses tirado en la cama.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Hoy me ha "enganchado"...

El blog de Marta Peirano, 'La petite Claudine', en el que hace un repaso completamente sugerente sobre las lecturas que le dejaron huella. El listado no solo es impresionante por el tremendo ejercicio de memoria que supone el haber podido leer "quedándose" con la esencia de estas obras y autores emblemáticos, sino por el modo en que estas lecturas encajan en las idas y venidas de la propia biografía.


Me encantaría poder leer así y recordarlo.


martes, 9 de marzo de 2010

Contenidos de pago. ¿Información de calidad? ¿Es el momento?


Hace poco, un buen amigo me recomendaba un artículo interesante sobre el futuro del periodismo y un horizonte sembrado por contenidos de pago. Me dio que pensar.

También ha coincidido en el tiempo el diálogo que mantuve para DELIBROS con el autor de 'Los hijos del cielo', Luis Miguel Ariza (os recomiendo la lectura de la entrevista en próximos números). Con él también surgió el tema del futuro del Periodismo y me dio pie a reflexionar sobre el tema.

En general parece que hay una aceptación general sobre la idea de que el futuro de la información pasará por el pago que reconozca el valor de los contenidos, fomente su calidad y los priorice. Yo no puedo dejar de pensar en experiencias anteriores en las que importantes medios de comunicación blindaron algunas secciones de sus cabeceras online para que su acceso fuese exclusivamente de pago. No funcionó.

En comentario al blog de MACOTECA, que comentaba al comienzo, yo planteé mi reflexión inicial: el acceso a la información como derecho fundamental debería ser algo libre (y por tanto gratuito), pero ahí hablamos de la información como concepto: como idea, conocimiento, producto intelectual... Si ahora nos vamos al sistema económico que nos sostiene, entramos en un aspecto que vincula al producto informativo con el negocio que genera. En tal caso, podemos pensar que un precio más alto por la información es consecuencia de una mayor calidad (y valor) de la misma. Pero actualmente ¿qué le da valor a la información?

Con tanta proliferación de medios y plataformas, el soporte en sí ya no tiene un valor máximo (antes no era fácil distribuir un producto informativo entre la masa, ahora es gratis). Además el pago por el contenido en los soportes tradicionales solo servía para pagar la distribución (el contenido del medio de comunicación se financia con la publicidad). Por lo tanto, ahora que la plataforma es gratis y el contenido se financia con los anuncios... ¿Dónde está justificado que el futuro de este producto pase por pagar por él?

Tal vez la única razón en este paradigma sería pagar para eliminar la fuente de financiación actual: la publicidad. ¿Y no es la publicidad un interés concreto que puede orientar y desvirtuar una información? Tal vez un medio que no tuviese que responder ante sus anunciantes, podría ser un medio más libre y tener unos contenidos mejores.

Pero hasta ahora esta hipótesis no la he escuchado. Se habla de pagar por un contenido mejor pero ¿a quién revertirá este nuevo ingreso económico? ¿Al redactor? ¿A la empresa que gestiona y elabora la información? ¿Se diferenciarán así las empresas que proveen de contenido de calidad o seguirá siendo más de lo mismo?

Creo que para que la información de pago pudiese financiarse con la aportación del público debería ser a un coste tan alto (para igualar a los grandes ingresos publicitarios) que el producto terminaría por tener un precio elevadísimo. Por tanto... ¿pagar por información a bajo coste? ¿Para qué? ¿Para quién?

Me consta que es difícil invertir en buenos informadores. A poco que hayas conocido un medio de comunicación por dentro observarás que el periodista no es una "especie" profesional que se caracterice por su elevado valor económico. La media de los redactores no cobran unos sueldos importantes y en ocasiones el ritmo de vida que exige una ardua labor informativa no es compensado económicamente. Pero además hay situaciones (reales y muy recientes) que complican más esta realidad: en el actual contexto de crisis los impagos han proliferado y en el sector de la información los impagos más frecuentes han sido los de los anunciantes. Las empresas compran campañas publicitarias con mucha anticipación y al fracasar sus resultados económicos no han podido, en muchos casos, afrontar el pago de sus tarifas. Los medios les han tenido que dar facilidades de pago, aplazamientos de deuda y han tenido que utilizar paciencia como única arma para cobrar.

Pero quien no ingresa no puede pagar, y ¿quién ha sido el más perjudicado en esta ecuación irregular? El periodista. El redactor (¡no digamos el colaborador!) no cobra, o cobra mal. O debe aplazar sus expectativas de cobro. El redactor depende de su medio para sobrevivir, y la situación laboral es precaria, así que... ¿va a imponer exigencias? No, el periodista encuentra que debe apoyar a su medio. Y asume que no cobrará a tiempo. Y espera otro mes más. Y se acumulan las deudas, y su trabajo no se paga hasta que el anunciante pague su parte. Y así se financia actualmente buena parte de la labor informativa de nuestro país, en un contexto en el que, señores, si se habla de financiar la información, tal vez debamos de hablar también de rescatarla, y de limpiar otras partes del proceso para que esos ingresos, sean altos o bajos, provengan de una fuente o de otra, tengan una distribución justa, que, esta vez sí, se oriente a mantener una información de calidad.

Imagen :: Ian Britton
Licencia :: Creative Commons

jueves, 25 de febrero de 2010

La carga emocional de los mensajes


Es frecuente encontrar situaciones en las que una persona se frustra porque "no le entienden", o en las que dos personas llegan a una incomunicación total fruto de algún malentendido que parece difícil de resolver. En muchos de estos casos no existía motivo importante para tal enfrentamiento o error de interpretación; es más, incluso en áreas en las que la comunicación juega un papel estratégico y un error de interpretación no nos resulta gratuito también puede darse una situación semejante.

¿Qué ocurre? ¿No sabemos comunicar? ¿Hay que repasar el discurso y encontrar argumentos renovados o cambiar el mensaje?

En muchas de estas ocasiones la solución no pasa por reformular el contenido ni tratar de explicarse de otro modo, ya que el motivo de esta dificultad para entenderse reside en la CARGA EMOCIONAL DEL MENSAJE.

Solemos prestar atención al componente racional de nuestro discurso: qué decimos, cómo lo articulamos, qué argumentación exponemos y qué palabras e incluso tono vamos a adoptar para realizar una perfecta intervención. Sin embargo en todos los actos comunicativos hay una parte importante de contenido que no gestionamos con estos recursos racionales: se trata de la carga de sentimientos y emociones que nos acompañan al transmitir nuestra idea, o que el interlocutor recibe junto a nuestro mensaje, bien porque interpreta en clave emocional los sentimientos que percibe, o bien porque los suyos propios interfieren al recibir lo que le estamos comunicando.

La carga emocional del discurso se hace llegar al oyente a través de los elementos de comunicación no verbal (los gestos, la postura, la mirada...) pero también están presentes en el tono de la voz, las palabras escogidas y el mensaje que elaboramos. La misma idea puede ser expresada con unos términos o con otros. Y esta elección de elementos condicionará enormemente la comprensión que el oyente pueda hacer de la idea que nos ocupa.

Sería imposible realizar actos comunicativos en los que tuviésemos un domino absoluto de la carga emotiva que acompaña a nuestros mensajes pero sí es importante ser consciente de ello cuando queramos utilizar la comunicación con un objetivo concreto.

Para las profesiones con necesidad de dominar la comunicación estratégica, recomiendo que de vez en cuando se realice algún ejercicio de análisis de estas habilidades: grabarse en video, hablar y pedir a otro que nos transmita un feedback completo de las impresiones emocionales que ha recibido, etc.

Las situaciones más graves (aquellas en las que nos encontramos con la frustración de un malentendido) es conveniente que las tratemos de reconducir, especialmente si observamos que nos ocurre con frecuencia con un mismo interlocutor o con un mismo tema. Es necesario saber qué ha interpretado el otro, a pesar del objetivo inicial con el que yo he construido mi discurso. Puede que me encuentre con elementos comunes que impregnan mis mensajes habitualmente debido a la actitud emocional dominante que me afecta: hay quien transmite en sus mensajes una actitud preventiva de "defensa", o quien deja claro que su idea no es realmente válida y empequeñece su credibilidad. También hay quien desarrolla una comunicación que se percibe agresiva, y puede generar recelo en el oyente. Hay cualidades de un mensaje que pueden confundirse: firmeza por imposición; entusiasmo por impaciencia; dinamismo por descontrol...

En estos casos el mayor obstáculo comunicativo tiene lugar cuando se percibe incoherencia entre el mensaje y la caraga emocional que lo acompaña. En tal caso, no solo estamos transmitiendo una idea diferente a la que queremos comunicar, sino que el receptor percibe contradicción y generamos desconfianza.

Os recomiendo hacer el juego de entablar un diálogo con un compañero, tratando de transmitir una idea propia, un pensamiento importante, concentrándonos en argumentar el fundamento del mismo, para luego pedir a la otra persona que identifique y nos enumere las sensaciones y emociones que ha percibido en nuestro mensaje, y que han activado los suyos propios. Podéis encontraros con grandes sorpresas.

[photo © Sarah Klockars-Clauser for openphoto.net CC:Attribution-ShareAlike]

miércoles, 3 de febrero de 2010

Es hora de actualizar

Bueno, el nuevo año ya se ha instalado de nuevo en nuestra agenda y yo sigo sin actualizar el blog, tal vez con la frágil excusa de que estoy seleccionando ideas para elegir un tema sobre el que hablar. A medida que pasa el tiempo las opciones aumentan, así que conviene ponerle freno y "agarrar" cualquiera de estas reflexiones remotas para darle forma y parir, así, mi primera entrada de 2010.

De las cosas que me han llamado la atención en estos días, me acuerdo especialmente de la siguente: el elevado número de "gurús" que han surgido para hablar e ilustrarnos sobre las nuevas herramientas de comunicación social (las redes sociales, blogs, twitter, etc). Me resulta curioso hacer ciencia de algo que está en estado embrionario, que está implantándose poco a poco en nuestros usos y costumbres y cuyo aprovechamiento a nivel comercial está empezando a instalarse en la política de muchas empresas que van tanteando sin saber exactamente por dónde discurrirá el camino.

Creo que jamás compraría un libro sobre un tema como este, sobre el que además hay mucho escrito, precisamente, en soportes online, abiertos y actualizables. Creo que el hecho de que un autor escoja este soporte para hablar de la web 2.0 dice mucho más sobre su necesidad de trascendencia y de sentir que produce algo tangible, que sobre su vocación de participar y colaborar en la construcción de unas teorías y una práctica que día a día nos va dando nuevas versiones a todos de lo que va a ser un cambio en la forma de relacionarse, sumando (siempre sumando) y no necesariamente sustituyendo a otras fórmulas que seguirán vigentes mientras sean útiles.

Recuerdo especialmente la intervención de dos autores en el programa de Buenafuente (mejor no citar más detalles para no contribuir a difundir aún más una causa tan pobre): ideas traídas por los pelos como que "tú eres una marca", "tienes nosécuántosmil amigos en facebook", etc. son cosas por las que creo que no pagaría ni a las que cedería un hueco en mi estantería.

Sin embargo, sí que hay reflexiones interesantes en este campo que me apetece referenciar porque creo que el análisis de una realidad cambiante nos ayuda a ser conscientes de ella, y una vez más me encuentro con la obviedad de que el estudio de la comunicación pasa, a fin de cuentas, por hacernos CONSCIENTES de ella.


Algunas de las referencias que me gustan son:


- Nuevas herramientas y cambio cultural (IGNACIO DUELO: 'Podemos hablar')
Me engancha la cita que formula al final que coincide con lo experimentado tantas veces:

"Las herramientas facilitan el trabajo, pero la voluntad pasa, como siempre, por el incierto y emocional factor humano."


- Cómo mejorar la calidad de vida digital (blog de NEUS ARQUÉS)
Esta reflexión, aunque breve, recoge plenamente el efecto real que esta nueva efervescencia comunicativa orientada a reproducir, replicar, multiplicar, difundir, mover, compartir, redundar... provoca en el usuario. Muy bien expresado en su idea:

"La atención se nos acaba, internet no"



- Usabilidad del contenido: testear (DAVID MARTÍN MORALES: 'Marketing online y usabilidad')
Es una de las grandes dificultades de quienes escribimos mensajes para la web. Dado que, visto lo anterior, estamos convencidos de que la simple multiplicación de mensajes no va a facilitar, necesariamente, que la comunicación sea exitosa, es imprescindible trabajar en algo más, y la medición de la eficacia de los contenidos es realmente una necesidad y una destreza en la que los profesionales avanzamos poco.

Creo que este artículo esboza los rudimentos de esta técnica. Estará bien seguir ampliando conocimientos para vincular este tipo de pruebas con las técnicas de medición del comportamiento del lector más adecuadas... Se insinúa la menor fiabilidad de la entrevista frente a otras pruebas; me convence, pero me gustaría saber más: cómo analizamos posteriormente estos datos... ¿qué fórmulas vamos a emplear para traducir estos comportamientos en evidencias? Es un buen punto de partida. Hay mucho que avergiguar.



- Privacidad en las redes sociales (JAVIER CELAYA: 'Dosdoce')
Sin duda, es un tema que preocupa. También es el argumento de alarma más usado por parte de quienes sienten recelo ante este nuevo fenómeno que no comprenden del todo. El miedo no conduce a nada constructivo cuando estamos hablando de cambios en hábitos compartidos y extendidos, por eso toda la información que podamos reunir al respecto es la mejor ayuda para aprender a usar una nueva herramienta que va a cambiar el modo en el que "estamos" en el entorno social.

La presencia en redes sociales es una opción, pero también podemos ser sujetos pasivos de esta realidad. Nos pueden citar, exponer, señalar... Es difícil cerrar los ojos ante algo tan poderoso. Por eso creo que todos debemos, al menos, intentar saber e intentar comprender. ¿Qué es realmente facebook? ¿Qué riesgos reales tiene para mi privacidad? ¿Cómo puedo manejar esta nueva dimensión de mi privacidad y cómo puedo compatibilizar ambas cosas: el gusto por ser accesible y relacionarme, con la necesidad de no sentir invadido mi espacio privado?

Estas reflexiones me parecen necesarias y muy útiles. Merece la pena darle una vuelta a estas cuestiones y avanzar con nuevas propuestas.


Yo, en concreto, ¿qué es lo que hago en FCBK para gestionar mis relaciones sociales?
Por el momento:


- No acepto a contactos que no me apetece tener en la lista.
- Limpio con frecuencia a los contactos con los que no intercambio nada (si no publican y no participan, no les quiero como un simple testigo mudo de lo que yo hago)
- Casi nunca acepto aplicaciones que me piden permiso para acceder a mis datos.
- Nunca etiqueto fotos
- Nunca publico fotos de terceros sin su consentimiento o sin saber con certeza que no les molestará.

Pero me falta añadir alguna de las sugerencias que da Javier Celaya que me han parecido muy útiles y muchas de las cuales desconocía, como la posibilidad de crear grupos de usuarios para tratarlos en bloque.

En fin, me ha quedado una entrada de "picoteo" con ideas que creo que pueden ser desarrollables y de las que hablar más en próximas conversaciones. Una manera ligera de estrenar este año tan redondito que, como los anteriores, parece llevar velocidad de crucero (¡¡ya estamos en febrero!!).