Me gusta mucho analizar los tipos de personas con los que me voy encontrando. Supongo que es una cuestión de madurez (no sé si celebrarlo o preocuparme) o de supervivencia, ya que antes solía sentirme desbordada cuando daba con personas a las que no comprendía, o cuyo comportamiento me crispaba o enfadaba. Ahora, si la cosa no es grave (rara vez lo es, y cada vez menos), prefiero retirarme a una esquinita a observar. Es curioso y emocionalmente más rentable. Enredada en este hobby, hace tiempo que observo algo recurrente: me encuentro con personas cuya vida siempre parece funcionar. Hablo de personas a las que las cosas les van bien o no. Que celebran éxitos pero que también afrontan problemas, renuncias, o dificultades. El factor común en este tipo humano parece ser su optimismo. Sin embargo, no les veo tremendamente positivos, al menos, no en lo que tiene de irrealidad o ceguera. Por tanto, algo más tiene que haber.
Observo un poco más de cerca y empiezo a darme cuenta de una imagen, o mejor aún, de un contenido: son sus mensajes. Estas personas se dan a sí mismas un tipo de mensaje en el que todo encaja. Todo tiene sentido y la visión personal es constructiva. En definitiva, estas personas “se cuentan” a sí mismos (y por extensión a los demás) sus circunstancias, de un modo positivo.
No hablo de la actitud (también frecuente) de quien lanza el mensaje de idealidad de todo lo que le rodea (su casa ideal, su trabajo genial, su pareja perfecta, sus hijos adorables…). Son, por el contrario, personas muy sinceras, capaces de diferenciar lo que va bien de lo que va mal, pero en cada momento se cuentan la realidad de un modo en el que todo encaja.
Por lo tanto, creo que este optimismo tiene más que ver con su propia comunicación personal autárquica, que con cualquier otra habilidad social.
Y por eso hay varias veces en las que me he planteado: ¿cómo me cuento a mí misma las cosas? Si tiendo a contarme los hechos cargando tintas en el desastre, me hundiré. Si me cuento lo mal que me van a ir las cosas, me sentiré abatida. Pero si me cuento mi situación como una etapa de transición. O una etapa de aprendizaje. O si me cuento a mí misma mi fracaso como una tentativa que probé y decidí que no era la adecuada... Me estoy contando las cosas de manera que todo está encajando y yo puedo seguir adelante sabiendo que me siento bien en mi pellejo.
Me interesa, por lo tanto, averiguar más sobre esta faceta de la comunicación interpersonal con uno mismo, con las diferentes personas que nos habitan. ¿Qué les vamos a contar y cómo? Perfilemos un buen discurso, sincero y constructivo. La mirada al exterior, después, seguro que nos resulta más amable.
miércoles, 17 de septiembre de 2008
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