Me llamó la atención el argumento de este libro y el hecho de estar editado por Lengua de trapo fue un aliciente para explorar, sin demasiadas referencias, cómo le habían dado forma. Está claro que el drama de una mujer incapaz de tener hijos es un referente demasiado cotidiano y creo que muy cercano para nosotras. Parece haber algo visceral e irracional que nos vincula con la maternidad, sea positivamente o por su rechazo. En cualquier caso, es una dimensión de nuestra vida que termina por tener un fuerte protagonismo y ante la que terminamos por desempeñar una postura fuerte, sea la que sea, pero nunca como algo indiferente. Al menos, termina por ser algo que plantearnos para decidir qué decisión tomar.
La novela de Sigarrostegui es una obra valiente que, sin embargo, hace alarde de un exceso de prudencia ridículo con su advertencia del prólogo, señalando que la narración no está basada en la realidad. Creo que es innecesario a estas alturas recurrir a aclaraciones semejantes. Las novelas hablan cotidianamente de hechos similares a los de la vida cotidiana. No siempre sabemos si su autor recurre a la propia experiencia, a detalles que otros le confiesan o a su imaginación. Personalmente, no me hace falta saberlo. Y mucho menos, que la autora se protega a priori antes de abordar temas de naturaleza íntima, aclarando que son inventados.
En cualquier caso creo que la novela tiene peso: el que le da precisamente el tema escogido. Es un asunto denso y se expone con crudeza. Como habitualmente se viven los episodios menos amable de la propia existencia.
Ha escogido un tono acorde con el componente obsesivo que termina por caracterizar este asunto: es un tono repetitivo, denso y que transmite los hechos desde la mirada turbia de su protagonista.
Es la historia de un deseo frustrado y de todas las vías que encuentra esta frustración para salir. La infidelidad de la protagonista representada en un hombre insignificante parece la exhibición de su baja autoestima. Ella pierde su norte, pierde la clave de lo que es bueno para ella y se castiga con este desorden, aunque también se libera.
La autora abusa de los “flashes” de la narración interrumpida y de las elipsis. Siempre me ha parecido cómodo construir novelas de este modo y creo que cuando se opta por seguir esta vía lo difícil es encontrar el equilibrio entre lo que se cuenta y lo que se calla. En “Mariposas…” se echan de menos algunos detalles. Tal vez algunos sentimientos o puntos de apoyo para redondear el relato.
Al final resulta que la historia de la infidelidad es la excusa para exponer una historia de soledad, reproche, incomunicación y pérdida de horizontes. La infertilidad es el escenario crudo en el que se despierta la “cosificación” de la protagonista, cuando su cuerpo empieza a no funcionar y empieza a ser de todos menos de ella. Entonces ella se lleva su “yo” muy lejos y lo saca de los territorios comunes y seguros. Tal vez un último intento por demostrar que aún le queda algo de control.
Me parece buena lectura como curiosidad, para explorar los recursos de la narración capaces de provocar reacciones a base de no dar demasiadas claves. Requiere una actitud activa y ganas de retorcer preguntas propias que se pueden despertar al pasear por el relato. Algunas innovaciones me parecen innecesarias o mal equilibradas. Se echa en falta algo más de emotividad explícita en los personajes. Al menos la suficiente como para diferenciarlos y definirlos un poco mejor. Pero creo que esta visión mía puede surgir de una perspectiva demasiado neutra, con algún “tic” que me urge querer normalizarlo todo. Si leo el blog de Leticia veo que su forma de expresión es así de urgente e incompleta. ¿Por qué no va a ser su novela una extensión de esta voz que es la suya? Lo que sí está claro es que su libro no te deja indiferente: remueve y altera. Que ya es bastante, ¿no?
domingo, 21 de septiembre de 2008
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