viernes, 14 de agosto de 2009

Vacaciones I: libros en mi maleta

Efectivamente, desde hace unas semanas estoy de vacaciones y esto supone desconexión de casi todo lo útil o lo inútil que me llena el tiempo en época “laboral”. En realidad hay una desconexión deseada, la que me pide el cuerpo para dejar atrás tantas obligaciones, plazos de entrega, tareas y encargos, y una desconexión forzada… porque no he sido capaz de encontrar un sistema de conexión a Internet que me resuelva la vida online durante este mes de asueto.

[Sobre las particularidades de este último asunto, dejaré una entrada en el blog de ‘COMPRAR-t’.]

En cuanto a lo que han dado de sí mis lecturas de verano, hasta la fecha, puedo resumir que ha habido de todo: aciertos y desaciertos, hallazgos, alguna obligación y algún vicio. Y todavía no ha terminado la temporada, así que espero poder sacar más jugo de esta etapa de recrearse horas y horas en novelas largas, muy veraniegas, o en esas lecturas pendientes (lagunas importantes) para las que no ha habido hueco el resto del año.

Entre los aciertos, citaré dos:

CHESIL BEACH (Ian McEwan): he aplazado bastante tiempo la lectura de este autor, a pesar de que en mi entorno me llegaban muchas recomendaciones (especialmente a raíz de la película ‘Expiación’). Me daba pereza porque la película en cuestión no me entusiasmó y anticipaba que podría estar ante un tipo de narrador que me iba a resultar difícil de apreciar. Nada más lejos de la realidad. Al menos esta novela me ha despertado un gran interés por leer a McEwan. Esta novela se compone de una historia muy simple: una pareja inglesa, a finales de los años 50, no puede superar el pequeño inconveniente que surge en su noche de bodas, motivado por la falta de educación sexual y la incapacidad de ambos para comunicarse. Sin embargo, a pesar de esta línea argumental tan escueta, el texto tiene la capacidad de exponer una gran cantidad de matices, de perspectivas… El narrador consigue combinar la dos voces de la pareja para dejarnos ver de un modo privilegiado el tejido emocional que sostiene una relación tan marcada (y sentenciada) por el contexto de su época. Los personajes se quieren pero de un modo infantil, desentrenado. Son orgullosos, frágiles y torpes. En el seno de la novela, un incidente, un detalle minúsculo, puede condicionar ambas vidas y los destinos de sus protagonistas.


MIDDLESEX, de Jeffrey Eugenides: mi amiga Stella me recomendó esta novela. Tuve varios intentos previos pero estaba claro que necesitaba de una etapa más propicia, para poder leer a otro ritmo y encontrarme con el relato de varias generaciones cuyas vidas confluyen en la particular idiosincrasia de su protagonista, Calliope o Cal, hermafrodita. La primera parte del relato (aún estoy enfrascada en su lectura) lleva al lector magistralmente por las vivencias del exilio de los abuelos de Cal. Se va gestando su particular nacimiento y, en el recorrido, vamos asistiendo al tipo de vida que caracterizó el desarrollo industrial norteamericano en los años 20: la mecanización de las fábricas, las cadenas de montaje… la figura del trabajador reducido a una pieza más de este engranaje bestial… la posterior crisis económica y sus efectos sobre la población… Por el momento, encuentro en la novela la atracción que tienen las historias amplias que recomponen una vida a partir de generaciones anteriores: el peso del pasado, el modo de abrirse camino la historia a través de la supervivencia y las casualidades que pueden determinar acontecimientos importantes y trascendentes para las generaciones venideras.

Entre los grandes chascos, tengo dos de distinta gradación:


UNA EDUCACIÓN INCOMPLETA (Evelyn Waugh): lo cogí con ganas porque el sello de ‘El Asteroide’ suele invitarme a explorar casi todas sus propuestas (la mayor parte de ellas, muy atractivas). De hecho, sigo creyendo que esta narración autobiográfica es completamente válida, y me otorgo a mí misma la culpa por no ser capaz de encontrar en ella la empatía que me anime a seguir con su lectura. El comienzo es tremendamente aburrido: la narración de varias generaciones anteriores, sin interés ni gracia. Un sinfín de datos expuestos sin atractivo. Una especie de “obligación” que el autor parece sentir para resultar metódico. Reconozco que mi interés por las biografías surgen de la sintonía que pueda encontrar con la perspectiva emocional de su autor. Me debe pillar muy alejada emocionalmente del perfil que tiene Waugh como personaje, o tal vez no fue el momento adecuado para dejarme sorprender por él. Quien ha leído este libro me confirmó que la primera parte puede resultar tediosa, pero que mejora al final. Creo que por ahora prescindiré de comprobar si, efectivamente, tiene razón mi amigo.


DE LA MISERIA HUMANA EN EL MEDIO PUBLICITARIO, del grupo Marcuse: un bodrio, para no andarme con rodeos. Una tremenda chorrada mal redactada, peor argumentada y llena de clichés facilones, interesados, forzados… Precisamente en un ámbito en el que es tan fácil observar, analizar y sobre el que es tan sencillo reflexionar, sin tener que caer en un panfleto ridículo.

No creo conveniente, ni siquiera, dedicar mucho tiempo a su crítica. Es simple. Es efectista y lo sorprendente es que teniendo de tantos datos y fuentes para beber y para ilustrar y desarrollar teorías críticas con peso, hayan recurrido a ejemplos que suenan muy antiguos y dejan de lado la mayor parte de los matices y características que definen el sistema publicitario actual.

Imperdonable la simplicidad de otorgarle a la publicidad la responsabilidad de todos los males derivados del sistema capitalista.

Anacrónico hablar de técnicas publicitarias propias de hace una década y no afrontar el cambio considerable que se produce desde hace un par de años en la consideración que esta herramienta tiene del público.

Tremendista su forma de definir a un ciudadano vulnerable, simple, si contexto ni cultura, objeto pasivo del implacable mensaje publicitario que solo busca dañar. (¿No se han parado a pensar que si la publicidad actuase así habría cavado su propia tumba hace años?)

En fin, lamentable.



Entre los vicios, tengo que afirmar que he completado la lectura de la saga ‘MILLENIUM’, con bastante disfrute a pesar de reconocer en estos libros toda la serie de tópicos que los detractores de los best seller no tardan en asignarle a los libros de entretenimiento que logran el fervor del público. Yo soy lectora muy hedonista y lo que le pido a un libro es que me haga disfrutar. El disfrute puede venir de una gran obra literaria, de su perfección, su altura o como quiera llamarse al toque artístico. Pero también puede venir por la empatía con cierta situación narrada, por la atracción hacia ciertos personajes o por el gusto, si cabe, de dejarse engañar claramente y dejarse llevar a terrenos autocomplacientes. Cualquier disfrute puede encerrar algo de perversión, y si leer un libro con muchas trampas, te conecta con este lado cómodo, vaguete y laxo que todos tenemos (yo al menos lo tengo muy desarrollado), para mí el libro cumple mis expectativas y el resultado es que con los libros de Larsson lo he pasado muy bien.


Entre las obligaciones, puedo citar el libro de Mercedes Salisachs, ‘GOODBYE , ESPAÑA’, que he leído para preparar la entrevista a esta autora.

El libro ha obtenido el premio ‘Alfonso X El Sabio’, de novela histórica. A mí me ha chocado, sobre todo, el género en el que lo encuadran porque aunque es una autobiografía ficticia, que se narra desde la voz de la Reina Victoria Eugenia, está presentado de tal modo y con un grado tan alto de verosimilitud, que casi parece una biografía novelada, sin más. Lo de ‘novela’ me cuesta encajarlo.

La entrevista ha sido un gran reto porque se trata de una decana de la literatura y una autora con mucho oficio a sus espaldas. De entrada no comparto el ideal monárquico y la visión de la monarquía y la historia con que se enfoca el libro pero debo reconocer que este no es el ingrediente principal del texto. Lo llamativo del mismo es cómo la autora usurpa con maestría la voz de un personaje aparentemente tan distante y con el que parece difícil empatizar. El punto de vista de la novela, la visión de una mujer que está de vuelta de su propia historia, creo que le da la libertad necesaria para poder darle a su autora este margen de libertad que supongo que necesita, aunque ella lo resuelve con mucha responsabilidad, pues por las entrevistas y declaraciones que he leído para contextualizarme, el rigor de la documentación es una obsesión para ella, referente del trabajo bien hecho.

Sobre el resultado de la entrevista, dejaré más adelante, constancia del número de DELIBROS en el que salga publicado. Espero, yo también, estar a la altura.



Y, por último, tengo que citar también la incursión personal en el mundo de los manuales, porque también me vine de vacaciones con el firme propósito de aprender, de una vez, algo más sobre PhotoShop. Y no lo conseguí.


Me animé al leer la reseña del libro de Anaya: ‘LAS SIETE CLAVES DE PHOTOSHOP’ (Scott Kelby). Su comienzo está escrito con el tono paternalista de los libros de autoayuda y las técnicas de estimulación más energéticas, al modo de los anuncios de ‘Teletienda’ norteamericanos. Pero este mensaje eufórico no encuentra respuesta cuando las lecciones prometidas te dejan más perdida que antes de empezar. Es una pena porque se exponen una serie de herramientas que parecen útiles. Lo combiné con la búsqueda de temas en Internet y al menos conseguí enterarme de cómo se retocan imágenes en Camera Raw… me enteré de que existe el Adobe Bridge, y algunas cosas más. Pero desde la primera lección se van dando instrucciones para hacer y deshacer cosas, sin explicarte nada más sobre lo que estás haciendo. Si las sigues a ciegas, logras el resultado esperado. Se supone que el método de este autor es repetir y repetir (a lo largo de las 7 lecciones clave del libro) para que esto se convierta en automatismo y seas capaz de hacerlo tú sola. Por lo tanto, honestamente creo que para poder criticar el método debería llegar a la lección 7, es decir, que oficialmente no puedo hablar mal del sistema. Lo que no se han planteado es cómo hacer para que el lector-alumno consiga no desfallecer antes de la lección número 2.

Yo prometo que lo voy a intentar de nuevo. En casa. Más adelante. Un día de estos.