lunes, 31 de diciembre de 2007

Cuestión de interpretación

Recibimos tantos mensajes, en tantos formatos, a través de tantos vehículos sonoros, visuales, analógicos, digitales o impresos que entiendo nuestra baja exigencia general a la hora de recibirlos. Es curioso, por lo tanto, prestar un poquito de atención o cuestionar algunos modos de hacer las cosas. Me refiero al noble arte de informar, que suele adolecer últimamente, de demasiada desgana y muchos clichés que se copian y se reproducen con esta agilidad del "copia-pega" que se nos va asentando en los modos de contar.

El ejemplo más reciente lo traigo de Televisión Española. Telediario de La Primera. Anoche. La presentadora nos comunicaba el susto que tuvieron varios vecinos en Madrid, en el barrio de Hortaleza, al incendiarse una vivienda. La periodista daba cuenta de los detalles del hecho (en el que no hubo víctimas) y afirmaba que el fuego se inició en una de las habitaciones de la casa y que "afortunadamente no había nadie en la misma".

Vamos a ver, si lo que esta mujer trataba de decir es que afortunadamente no hubo ningún afectado, la idea es perfecta. Pero asegurar que fue bueno que no hubiese nadie en casa es algo así como entrar a valorar algo sin atenerse a ningún razonamiento, pues tal vez el incendio se convirtió en tal al no haber detectado nadie la chispa que le dio origen. Tal vez una detección precoz del incidente habría impedido que un pequeño problema doméstico no degenerase en un fuego capaz de afectar al domicilio entero.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

Discursos con mucha espuma

De lo visualizado últimamente por la red me quedo con este importante aprieto que vivió un ministro de Chávez al ser cuestionada la solidez de su inflado discurso.


martes, 25 de diciembre de 2007

QUÉ LEO: Tenemos que hablar de Kevin

Tenemos que hablar de Kevin (Lionel Shriver)

A través de cartas que escribe a su marido, Eva va narrando la vivencia atroz que ha marcado su vida cambiándolo todo para siempre: Kevin, su hijo adolescente, protagoniza una matanza a sangre fría en su instituto. El hecho en sí es el punto de partida de su relato y, a la vez, la conclusión de un itinerario que Eva venía anticipando al observar la naturaleza y actitud de Kevin desde su nacimiento. Mediante su narración y reflexiones, la protagonista nos hace partícipes de todas estas íntimas impresiones que marcaron su maternidad desde el principio. Se trata de un recorrido apasionante y electrizante por unos sentimientos que se alejan del simple complejo de culpa maternal para ahondar en un sinfín de matices dudosos, políticamente incorrectos y rotundamente sinceros, sobre los que Eva intenta construir su nuevo papel, el de cómplice, tal vez, por no haber evitado la catástrofe, o el de víctima por seguir queriendo a un asesino.

Entre las líneas de esta novela podemos encontrar ideas audaces sobre la maternidad y su contexto, que no siempre es tan positivo como estamos acostumbrados a asumir en una sociedad que sacraliza este fenómeno, impidiendo, incluso, abordar abiertamente sus aspectos menos gratificantes, más angustiosos y negativos. Eva es una profesional brillante, con una vida plena, y se reconoce feliz. Su vida de pareja es equilibrada, cómplice y satisfactoria. Y el nacimiento de su hijo le produce un desequilibrio importante en todo lo que hasta ese momento había sentido controlar. Kevin es el extraño que no responde a las reglas del mundo de Eva. La somete a prueba, aprende a desarrollar una tortura emocional continua que dirige hacia su madre desde las más absoluta frialdad. Este es el tipo de relación que va desarrollándose entre ambos a medida que Kevin crece y se convierte en un niño indiferente a todo; apático; frío y con una capacidad brutal para herir.

Las reflexiones de la protagonista, con un grado máximo de sinceridad e infinidad de matices, van mezclando las conclusiones que obtiene de su propia vivencia de la catástrofe y el tiempo anterior a ella con las ideas que resultan de sus propias dudas y de la lucha emocional que establece consigo misma. Este contenido de reflexión narrativa y descriptiva es uno de los mayores lujos del libro, que te atrapa y te sitúa como elemento pensante en el debate mental y emocional que Eva ha generado. En todo momento la acción está sostenida. No hay descanso en la tensión constante del relato a pesar de estar surcado por esta serie de ideas en construcción con las que la protagonista edifica la historia. El acontecimiento, sus antecedentes y sus consecuencias se desgranan con una maestría tal que el resultado es impecable.

Lionel Shriver se consagró con esta novela al obtener en 2005 el Orange Prize. Previamente había trabajado como periodista y autora de otras seis novelas. Es una mujer de carácter peculiar como puede verse en esta entrevista publicada en la versión digital de The Guardian. Desde julio de 2005 ha publicado en este medio algunos artículos en los que pone de manifiesto sus particulares ideas sobre la maternidad y su concepto en la sociedad occidental.

domingo, 9 de diciembre de 2007

¿Es la velocidad lo que buscamos?

Internet es el medio, es el futuro. Está claro. Yo escribo mi blog en internet, y me veo loca para mantenerlo a punto porque sé que la actualización es la clave. Lo que no se actualiza se queda obsoleto. Y tratamos de encontrar temas cada día para rellenar nuestras hojas, digitales, virtuales o mentales. Nada supera la vertiginosidad del minuto a minuto. Sin embargo, la velocidad está en todas partes. La tecnología nos permite cubrir en tiempo real cualquier hecho, cualquier acontecimiento; vivirlo, experimentarlo o narrarlo. Lo que la máquina aún no ha logrado es reflexionar el hecho. Pensarlo. Analizarlo. Sopesarlo. Compararlo. Y estas actividades necesitan tiempo. ¿Es la velocidad, por tanto, lo que buscamos? Yo cada día me siento más a gusto en la lentitud. Me veo abocada a ella. Y creo que me voy a reivindicarla. ¿Cómo sobrevivo?