jueves, 26 de febrero de 2009

La identidad en la red

Las nuevas tecnologías facilitan la comunicación. La llevan a todas partes. Es estupendo. Abren miles de canales y nos convierten en prolíficas fuentes y sedientos receptores de contenido. Se termina el eterno esquema EMISOR-MENSAJE-RECEPTOR y desordenan un poquito las teorías, que es algo que siempre viene bien para que dejen de oler rancio y se cuestionen todos los que hasta ahora sabían.


Establecer un debate grandilocuente sobre si esto es bueno o malo me parece un tostón. Abrir, exponer, facilitar... Siempre será positivo. Pero la cuestión tal vez no deba ser esta, al menos no es la que a mí me interesa. De momento me atrae más observar qué grado de adaptación existe entre nuestro comportamiento natural y las herramientas nuevas con las que dar salida a estas ganas de contar cosas. Dónde chocamos. Dónde poner el ojo para no dejarnos adulterar en exceso, porque por mucha tecnología que nos soporte, nos sostenga y nos abrume, no creo que el medio deba superar al mensaje. Al menos, no en la comunicación más directa.


Y esto me lleva a poner un ejemplo reciente y cercano: tengo una familiar, pongamos que se llama Elvira. Elvira es una chica plenamente integrada en el mundo digital. Sabe programar, diseñar, navegar, surfear, blogear, chatear y además es culta, formada, licenciada, doctorada y masterizada. Elvira ha sido madre hace poco y, como no podía ser de otra forma, enseguida ha desarrollado teorías para sustentar su método de crianza. Para algo que le pilla de nuevas, ella ya ha avanzado tres vidas, gracias a las ayudas digitales que lo aceleran todo. Ahora Elvira participa activamente en foros para opinar, aconsejar, desahogarse, cuestionar, intercambiar y exponerse.


Yo a Elvira la veo poco. Ni siquiera comunicamos por email. Como suele ocurrir, sé de ella por otros miembros más activos de mi familia. Pero en una ocasión, de oca a oca porque Google me lleva, encontré su nick en un enlace que me llevó a un post que pertenecía a un foro que formaba parte de una página web sobre temas infantiles.


La experiencia fue divertida, porque sin haberlo imaginado, el mundo virtual demostró ser un pañuelo y acabé teniendo un acceso directo a toda la información que hasta el momento apenas eran comentarios de mesa camilla: cómo fue su vida, cómo fue su infancia, cómo es su trabajo, cómo fue su embarazo, cómo fue su parto, qué siente ella hacia su madre, qué siente hacia la familia... Ufff. Demasiada información.


Fue divertido sobre todo acceder a una forma de expresión completamente impúdica: no tenía reparo en exagerar determinadas facetas de su vida (como hacemos todos cuando narramos nuestra biografía a terceras personas), ni ponía límites a la capacidad para desgranar comentarios sobre su trabajo, sus padres, su marido... La lectura, confieso, fue un ejercicio brutal de reflexión para mí porque en todo momento me surgía la duda: ¿y si esto lo lee "cualquiera"? Y por "cualquiera" me refiero a personas, no cotillonas como yo, sino a alguien que tenga otro tipo de relación con ella: ¿un jefe? ¿un compañero de trabajo?¿un contacto profesional?


Mi amiga no es nada tonta, así que entiendo que este ejercicio de liberación lo ha hecho de manera consciente. Porque ha participado en un foro libre, donde ha encontrado amigas con las que compartir asuntos tan personales como estos. Pero ¿hasta qué punto somos todos conscientes del alcance que puede tener nuestra múltiple presencia multicanal y polifacética?


Un excompañero de trabajo tenía el vicio de teclear en 'Google' el nombre de cualquier nueva incorporación a nuestra empresa. Era su modo de rastrear el perfil digital del nuevo. Yo he podido leer la biografía adulterada de una persona cercana que se ha presentado así a sus nuevas amigas, supongo que sin tener en mente que esta personalidad digital suya tendría que encajar en la personalidad real que la sustenta.

¿Qué grado de distorsión nos podemos permitir con la ayuda de la red? ¿Y qué precauciones debemos adoptar para seguir gestionando nuestro perfil más humano, el personal, el que no está ordenado ni es unilateral?

Si la red nos va a radiografiar y nos va a proyectar sin segmentar bien los compartimentos en los que nos movemos, ¿no deberíamos adquirir nuevos hábitos o una toma de conciencia activa ante esta nueva dimensión de nuestra expresividad?

Que conste que no me alarmo porque Internet nos vaya a restar intimidad. Eso está superado: la intimidad es lo que tú mantienes en este círculo privado. Mi interés es comprender hasta qué punto somos conscientes de cómo queremos comunicar quién somos. Y a quién queremos darle la llave.


Añadido (24/03/09): Artículo EL PAÍS

lunes, 16 de febrero de 2009

Proyecto i = "Proyecto O2"

El título de mi entrada de hoy parece una fórmula y tal vez lo sea, porque con este epígrafe yo resumo la sensación que me aporta ser testigo de algunos fenómenos que, como éste, me inspiran determinadas ideas o emociones.


Proyecto i es la materialización de una idea ambiciosa y optimista que quiere demostrar que se pueden hacer buenas cosas desde el periodismo digital. Quieren crear un portal de información genérica exclusivo para internet (lainformacion.com). Detrás de la iniciativa hay un grupo de profesionales que han apostado por defender la creación y la innovación en un momento en el que lo más fácil es dejarse llevar por la corriente del desánimo y la falta de motivación en lo que a la profesión periodística se refiere.


Yo estoy en este otro grupo, el de aquellos que se sobrecogen al comprobar que cada vez parece más difícil defender iniciativas diferentes, o al menos, personales. Me abruma la capacidad que tiene el entorno para producir productos demasiado "superlativos" que terminan funcionando como una bola de nieve y arrastran muchos de los defectos e inercias de los anteriores. Me sobrepasa también la sensación de pequeñez que tenemos a veces los redactores cuando nos sentimos obligados a escoger entre hacer bien nuestro trabajo y sobrevivir. También me averguenzo de mi profesión cuando veo reforzarse rutinas que no me convencen, como la proliferación de los mismos mensajes en diferentes medios, reiterados, reforzados hasta la intoxicación. Creo que en la búsqueda que hacemos todos para encontrar nuestro sitio lo más importante es terminar por aprender que lo más importante es precisamente esto, no dejar de buscar.


Así que estos profesionales que han sido capaces de unir creatividad, optimismo y apoyo empresarial (sin esto último, me temo, muchas ideas buenas no nacen) van dando pasitos en la ruta que se han marcado y con su avance están logrando, al menos, que algunos escépticos o desanimados como yo sintamos que todavía se pueden hacer cosas interesantes y que aún hay rincones que merece la pena explorar.


Por eso a mí me han "enganchado" con su capacidad para compartir este entusiasmo y expectativas (me gustó la reciente presentación de su Directora) y como este sentimiento ahora mismo me llega en un momento en el que es muy necesario, les he "rebautizado" en mi pequeño rincón de la blogosfera como Proyecto O2, de "OXIGENO", porque creo que de momento ya han logrado generar una buena corriente de aire fresco en medio de este asfixiante paisaje en el que a algunos nos resulta difícil respirar.


Mucha suerte. Pinta muy bien.

domingo, 15 de febrero de 2009

De charla con los niños.

Una de mis profesoras de lengua de mi infancia, Adela, me dio una alegría grande a comienzos de curso cuando me dijo que los profesores de Primaria del colegio donde estudié habían decidido incorporarLa noche de los sueños perdidos’ al plan de lecturas de este ciclo. En concreto, lo habían planificado para que fuese libro de lectura en vacaciones de Navidad para los alumnos de 6º. En realidad yo siempre concebí este texto para niños algo más pequeños (tal vez 5º), pero a ellas les pareció que por el tipo de edición que se había hecho (un cuerpo de letra mediano y pocos dibujos) era demasiado denso para los más pequeños. En cualquier caso, la experiencia de someter este trabajo a su test más verdadero había comenzado. ¿Cómo reaccionarían estos niños ante mi trabajo? Nunca tuve críticos más exigentes, y la verdad es que solo la idea ya me imponía bastante.

La experiencia se completó con mi visita a su clase, el pasado miércoles, para charlar con ellos sobre mi trabajo, la literatura, mis recuerdos del cole y demás. Su recibimiento fue entusiasta y a mí me motivó muchísimo verme en las mismas aulas donde estudié hace veinte años (¡¿tanto?!?). Ellos empezaron con preguntas preparadas y “oficiales”, que seguramente había sido el encargo que les hicieron sus profesoras para preparar la sesión. Preguntas sobre cómo fue el proceso de escribir, sobre cómo se edita un libro… Me preguntaron cómo se me ocurrió la idea, de dónde surgieron los nombres de los personajes y si tenía nuevas ideas para más libros.

A medida que iban entrando en situación, las preguntas eran más espontáneas y mucho más divertidas. Entraron con los temás más cercanos: mis recuerdos sobre el cole. Si había tenido a la misma profesora que ahora les daba gimnasia (sí, efectivamente es la misma), si el patio estaba igual, si en el comedor cuidaban de nosotros las mismas profesoras que lo hacen ahora… La verdad es que no encontré demasiados cambios en el colegio, así que no me parecía estar hablando de tantos años atrás. Eso sí, tuve un momento “cruel realidad” cuando uno de ellos me demostró que para ellos veinte años son muchos, al preguntarme si nos pegaban con la regla en las manos al portarnos mal. “¡No soy ta vieja!”, les dije. Y no sé si se lo creyeron.

Pero el momento clave fue cuando me tocó a mí hacerles las preguntas. “A ver, ahora me tenéis que dejar que os pregunte yo. ¿Qué os ha parecido el libro?”. Me encantó su espontáneidad y su sinceridad. Lo primero que me dijeron es que ellos eran mayores para leer cuentos en los que apareciesen hadas. Sobre todo fueron tres chicos los que defendieron que “las hadas son para niños pequeños”. Su profesora les replicó: “¿pero qué sois vosotros?”… “Adolescentes”, dijo el más avispado. Y me hizo gracia verles conceptualizarse a sí mismos con tanta rotundidad, a sus once años.

Me gustó este debate porque me daba muchas pistas sobre sus intereses. “Entonces, ¿a vosotros os gusta leer sólo sobre cosas realistas?”. Muchos de los que habían defendido su madurez me dijeron que sí, pero a la hora de ponerme ejemplos de lecturas realistas sobrevino un caos: hubo quien me dio referencias completamente desconcertantes, como el pequeño que había leído ‘El niño el pijama de rayas’ frente a quien me ponía ejemplos de ‘Harry Potter’.
Eso sí, tenían muy claro que la fantasía la consideraban algo poco cercano. Aún así, me dijeron que les gustaba la idea de que las historias que le ocurren a la protagonista estuviesen conectadas y todo tuviese sentido al final, pero también criticaron por considerarlo infantil el hecho de que los capítulos fuesen de estructura similar. Ellos querían no saber qué iban a encontrar en cada página y querían ser sorprendidos. Las aventuras más extremas y lo desconcertante era lo que más les podía enganchar. Me dieron una lección de literatura infantil en sólo hora y media, y creo que fue muy estimulante saber cómo ellos conciben los libros.

En ningún momento encontré reparos para leer. Estoy muy acostumbrada a oir a los padres y profesores quejarse de que los niños “no leen” pero no vi en esta clase que leer hubiese sido un problema. No solo leyeron, sino que sabían perfectamente qué cosas les había gustado de lo que habían leído, y captaron perfectamente que la intención del libro era llegar a un tipo de niño algo más pequeño. No se les ecapó una.

En este debate hubo momentos brillantes por su parte, como cuando yo les explicaba que en un texto podíamos encontrar varios objetivos diferentes, y que en ocasiones el autor quería entretener a los lectores pero otras veces lo que podría perseguir otros fines, como evocar otra época, recordar momentos del pasado, o encarnarse en personajes muy alejados de su propia condición para huir de la realidad o explorar otras posibilidades.

En este punto una de las niñas me dijo, comprensiva ante mis esfuerzos por justificar la labor de los escritores, que eso lo entendían, pero que en cuanto a la evocación de otras épocas o vivencias del pasado, era poco útil para ellos, ya que a ellos les interesaba más el presente y el futuro porque “el pasado lo tenemos muy cerca”.

Fue genial.

También pude ojear los trabajos que habían entregado a sus profesoras sobre la lectura y allí encontré también otras ideas y la voz de los más tímidos que no participaron en voz alta en el aula. Hubo varios que reconocieron sentirse identificados con la protagonista y ¡hubo algunos que sí aceptaban la fantasía como tema de interés! También me sorpendió que alguno había navegado por internet para encontrar más material sobre el libro. Y alguno reconoció que le hubiese gustado encontrar más ilustraciones en el libro.

Pero me quedo con la explicación de una niña, magnánima, que escribió su valoración personal de este modo:

“Me ha gustado la historia y me he sentido identificada con la protagonista, pero me ha parecido repetitivo que los capítulos sean iguales: Claudia tiene un problema y lo resuelve, tiene un problema y lo resuelve, tiene un problema y lo resuelve… Al menos la autora ha tenido mucha imaginación y hay que darle ese mérito”.


¡Gracias, chicos y chicas de 6º! Me acordaré siempre de vosotros.

Lecturas: La mujer de blanco

Llego a este título , como anticipaba en la última reseña, motivada por las constantes referencias que se hacen en: El cuento número trece, de Setterfield, homenaje a la novela inglesa del siglo XIX. En este clásico de Wilkie Collins descubro, no solo el placer de una lectura redonda, sino el filón de un género y un autor al que quiero explorar y disfrutar.

La novela, densa, trabajada, reflejo fiel de una época y sus costumbres, va desgranando de principio a fin la historia de un misterio, una traición, un profundo amor y una búsqueda denodada de justicia, en la que toman protagonismo aspectos característicos de la época como el honor, la lealtad, la reputación y la diferencia de clases.

El protagonista, Walter Hartright, es un profesor de dibujo que acude a dar clases a dos hermanas, sobrinas de un terrateniente de Cumberland. Antes de partir tendrá un encuentro enigmático con una misteriosa mujer de blanco, cuya presencia le acompañará inesperadamente hasta su nuevo destino.

A partir de esta convivencia con las dos jóvenes, el profesor se verá atrapado por un vínculo que le une a ellas y que le llevará a defenderlas a pesar de las circunstancias adversas y la dificultad añadida de su diferente posición social.

La narración de Collins se expone a modo de testimonios complementarios entre los distintos personajes de la historia. Este juego de voces múltiples es una evidencia más de la mano magistral de Collins, que no sólo atrapa al lector con su narración sino que lo hace a través de personalidades bien construidas, coherentes y veraces.

Como las reseñas las publico con cierto retraso, debo añadir que leí La mujer de blanco en mis vacaciones de verano. No creo que pueda darse contexto mejor para haber sucumbido de manera relajada a este hallazgo. Creo que es una perfecta compañía para quien busca el placer de abandonarse en los brazos de una gran novela. Un gusto, desde luego. Un verdadero gustazo.

sábado, 14 de febrero de 2009

Puesta al día: apuntes e ideas

Si entre mis buenos propósitos de año nuevo estaba actualizar puntualmente el blog, obviamente he empezado 2009 incumpliendo el compromiso conmigo misma, lo cual es una forma muy saludable de darme un carpetazo en la cara para asumir qué poquito puedo abarcar y qué fragilidad hay en mis planes.

Estos días sin escribir han sido días de “tirar para adelante”, es decir, que he intentado hacer malabarismos con los pluriempleos para no fallar estrepitosamente con nadie, y si con todos un poquito. El tiempo no da para más, y a medida que he empezado a saturarme con los encargos y las deudas pendientes, he pensado en lo útil que sería (para mi propia catarsis) escribir una entrada del blog hablando del pluriempleo en nuestra profesión. Creo que en los tiempos que caen no es un fenómeno tan raro y, según he ido leyendo en blogs de compañeros, a más de uno le agobia esta sensación de no saber decir que no pero darse cuenta de que el ritmo es insostenible o insuficiente para, al menos, sentir que digerimos las cosas. Me apunto la deuda, por lo tanto, para próximas entregas.

A pesar de la dureza de estos días, he tenido alguna satisfacción: DELIBROS publicó las entrevistas que hice a los ganadores del Premio Torrevieja de Novela, Alejandro Palomas y Juan Gómez Jurado. Este tipo de colaboraciones son las que más me motivan y con las que más disfruto. El día de las entrevistas fue muy divertido porque tuve que ver a ambos autores en dos puntos completamente diferentes de Madrid y en un intervalo de dos horas. En el taxi iba dándole la vuelta a la cinta de la grabadora (sí, aún uso grabadora con casettes) y cambiando el chip mental para poder conversar con dos personas tan completamente diferentes. Sus obras también lo son, y esto es lo que más me ha gustado de este premio, que parece reconocer o ensalzar diferentes tipos de historias y modos de contarlas.

También he podido echar un vistazo al ANUARIO DEL LIBRO que esta revista publica con todo un derroche de buen hacer: es un producto redondo, con una dosis oportuna de análisis, mucho contenido y una maquetación atractiva y muy agradable. Lo recomiendo.

Y para cerrar el repaso breve a estos días de “reorganización”, tengo que mencionar que el miércoles pasado estuve en mi antiguo colegio compartiendo un rato con los alumnos de 6º de Primaria, que en su plan de “animación a la lectura” habían incluido mi libro como título recomendado para este trimestre. La experiencia ha sido increíble: me hicieron preguntas divertidas, mostraron interés en saber “quién era esta persona que había estado sentada, como ellos, en uno de los pupitres del aula”, y (lo más divertido de todo), me hicieron comentarios realmente interesantes sobre la lectura que habían hecho del libro en cuestión.

Creo que ellos se merecen una entrada específica en el blog, y así me apunto los deberes inmediatos para mañana… Os hablaré de esta experiencia que ha sido lo mejor que me ha pasado en lo que llevamos de 2009.