domingo, 24 de julio de 2011

El poder/peligro de las palabras



Desde que escribí mi primer libro los lectores (amigos en su mayoría) me sorprendían comentándome lo mucho que me habían visto reflejada en la protagonista de la historia. El primer libro que escribí era un relato infantil protagonizado por una niña ficticia de 10 años, y el desarrollo de la historia no daba lugar a perfilar mucho su personalidad o rasgos individuales. Aún así, me insistieron en lo autobiográfico de la historia (la niña viaja al 'Mundo de los sueños' para visitar lugares fantásticos y encontrar a un personaje totalmente irreal).

Esta sorpresa creció cuando publiqué el segundo libro. Se trata de una chica que deja de hablar, una protagonista femenina muda-patológica. Yo hablo por los codos, así que me resultó objeto de broma recibir numerosos comentarios preguntándome si la historia que contaba estaba basada en mi realidad. En mi vida.

Por más que quise analizarla no encontré paralelismos con mis vivencias, es más, siempre he creído que si narrase mi vida el resultado sería el libro más aburrido de la historia, puesto que no me ocurren cosas fuera de lo normal, mi vida es bastante tranquila y me ocurre lo mismo que a cualquier persona de mi edad, según voy evolucionando. 

Lo particular de mis historias, en mi caso, surge de explorar todos los 'y si...' Ahí es donde yo dejo llevar mi mente y donde construyo las tramas de mis escritos. No sé si a otros autores les pasará igual pero esa es mi licencia creatitva y mi forma de construir personajes creíbles en tramas menos reales o con una realidad más novelesca.

Es decir, presto mucha atención a las emociones humanas. No solo a las mías. Escucho a mis amigos, analizo mis sentimientos... Fruto de eso tengo repertorio para poder describir cómo una persona/personaje puede sentirse en determinada situación. Son sentimientos coherentes, o lo intentan ser. Pero cómo recrearlos o sacarlos a la luz... cómo atribuirlos a un personaje u otro... es la licencia creativa que me permite escribir historias verosímiles y realistas pero nunca reales.

Es cierto que me convierto en 'vampiro' de situaciones. Las ficho, las clasifico y las dejo en reserva para formar parte de una historia futura. Por ese motivo, habrá elementos totalmente reconocibles en lo que escriba. Pero su naturaleza ficticia hará que solo guarden parecido en la forma, el fondo será siempre diferente y libre, ante todo.
Hace poco me ocurrió una situación incómoda por este motivo, y me hizo preocuparme por el futuro de mi vocación literaria: un amigo se dio por aludido al exponer en un blog ciertas teorías sobre relaciones de pareja. Se sintió identificado en alguna palabra o frase, seguramente formulada por él en algún momento de nuestras conversaciones. Yo usé ese ejemplo para verter toda mi postura de 'hembra-autosuficiente' y algo criticona con algunas actitudes masculinas. Este blog tiene un tono irreverente y el alter-ego que firma los artículos responde a ese tono duro y poco dado a ñoñerías. Yo no soy así, y mucho menos en la intimidad. Pero mis productos literarios tienen diferentes voces según la personalidad de quien habla. Un blog, una novela en primera persona o una novela en forma de diario... son recursos expresivos para recrear ideas, construir realidades y darle vuelta a temas con cierto juego creativo basado en la libertad absoluta para crear (y RECREAR) situaciones.

Me pregunto si el día de mañana alguien más se podrá sentir ofendido cuando cree algún personaje que se les parezca, por haber usado referencias reales fruto de mi percepción del mundo. Mi entorno me pertenece porque es lo que configura mi forma de ver la realidad. Mis amigos forman parte de él y yo puedo atesorar bocetos 'humanos' en forma de experiencias o sentimientos que no necesariamente voy a usar con la pureza que merecen. Puede que los  mezcle o distorsione. Puede que de un amigo deportista y competitivo haga un personaje obsesionado con la victoria, o puede que de un padre ordenado y riguroso construya la figura de un padre dictatorial y poco afectuoso. ¿Deberán darse por aludidos mis amigos y familiares por cada elemento humano que puedan percibir parecidos a sí mismos?

Empezar todos mis escritos con la típica declaración de 'cualquier parecido con la realidad es una casualidad' me parece un exceso de autoprotección y siempre he abominado de tanta corrección y protección a priori. Pero la experiencia de tener que pedir disculpas a un amigo por haberle molestado con mis palabras es algo que me ha hecho pensar pues no me gustaría que mi libertad creativa se construyese a base de molestar a nadie.

Me gustaría saber si a alguno de vosotros, autores de ficción, blogs, artículos... ¿os ha ocurrido algo similar y habéis tenido que pedir disculpas fuera de lugar por un texto escrito sin malicia y abusando de vuestra libertad?

2 comentarios:

chusa dijo...

Me gusta tu blog por lo que tiene de subjetivo aunque acabo de descubrirlo y quiero echarle un vistazo màs pausado.
Por lo que respecta a tu entrada yo creo que es inevitable que en nuestros escritos se reflejen nuestras vivencias, y aun cuando un autor quiera crear diferentes personajes alejados de su propia idiosincrasia, de alguna manera apareceràn rasgos que pueden asociarse a este o a aquel tipo real.
Las palabras pueden ser suaves como terciopelo o duras como piedras, depende del uso que se les quiera dar. De todas formas, nadie que tenga un cierto espìritu de autoironìa deberìa sentirse ofendido porque en una obra de ficciòn aparezca un personaje con el que guarde aparentes analogìas.
Saludos desde Venecia
Chusa

Egolastra dijo...

Inevitable y no deseable el escribir pensando en quien puede darse por aludido o sentirse herido.
Fantástica la expresión de "vampiro de situaciones".

Enhorabuena por el blog y gracias por escribir.

Saludos.