sábado, 18 de julio de 2009

Lecturas: El olvido que seremos

Este libro fue recomendación acertadísima de Jesús (La Buena Vida). 


Es difícil transmitir de manera fiel la perspectiva tremendamente personal con la que se mira a un ser querido. Mucho más si a esa persona la engrandece un final abrupto y trágico. Pero Héctor Abad ha logrado pintar, con suave prudencia, pero con sentimientos muy claros, la figura de su padre en este relato equilibrado, emotivo, pero racional; reposado y completamente convincente.

La mayor cualidad de esta narración es el modo con el que el autor te hace cómplice de su ternura y la vehemencia de unos recuerdos que son sobre todo de infancia y, por lo tanto, se presentan con el toque de inconsciencia que la acompaña. Poco a poco estos rasgos sutiles se van solidificando hasta crear una figura completa y rotunda, que le aporta a su infancia la seguridad, el apoyo y el amor incondicional que le va a reforzar en una etapa de miedos, inseguridades y errores, y que le acompañará después en el comienzo de su vida adulta, creando una huella indeleble de la que da testimonio en estas páginas.

La narración se ubica décadas después de que al Doctor Abad le asesinen en Colombia por su actividad pública de denuncia de la corrupción, injusticia y falta de democracia en su país. A sus descendientes les arrebataron entonces un pedazo de vida que jamás recuperarán, pero su hijo comprende, años después, que su misión es recordar todo lo que su padre significó para él, en su pequeño mundo infantil, y para una sociedad necesitada de personas como él, cuya valentía sutil consistió nada más y nada menos que en mantenerse del lado de las convicciones que le sostuvieron y por las cuales él y tantos otros murieron de una manera prácticamente impune.

El tono del recuerdo de Abad Faciolince es tan mesurado que los alardes afectivos llegan al lector con una carga de sinceridad que los hace más plenos. Llega el lector a comprender perfectamente cómo era este hombre grande, que llegó a alcanzar una dimensión moral y humana tan grande del contacto con lo más pequeño y lo más cercano.

Es una historia de amor, recuerdo y pérdida. Un pequeño gesto de justicia para devolver la voz a quien le fue injustamente arrebatada. 

Un homenaje equilibrado pero de una emotividad brillante. 



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