viernes, 10 de octubre de 2008

Sobreprotección, no gracias



Leo en Electroduende que el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) ha denunciado la aparición de unpersonaje tartamudo en la serie de Antena 3, Lalola, como motivo para crear risa.

Me parece completamente fuera de lugar esta posición y me parece un error. La hipersensibilidad de esta asociación merece mi respeto aunque mi total rechazo porque la televisión no es un colegio y no se ve la tele para aprender y ser mejor persona. La televisión, cuando hablamos de ficción (al igual que el cine, la literatura o cualquier otro vehículo para dar rienda suelta a la creatividad), es un canal para poder inventar y poder recrear situaciones que pueden (espero que deban) ser diferentes, incorrectas o absurdas. Yo, al menos, no enciendo la tele para ver un calco de cómo debería ser la vida en una sociedad ideal.

Sí creo que hay contextos para todo. Y no debería ofenderse a nadie gratuitamente, pero es que cada colectivo es responsable de establecer el punto en el que tienen ubicada su dignidad para que un simple producto de ficción, basado en el absurdo y la exageración, no pueda ser una amenaza. Con este talón de aquiles tan amplio lo único que ponen de manifiesto es la poquita capacidad para sentirse ellos mismos iguales al resto.

La no discriminación empieza por uno mismo, y la autonomía y la no necesidad de una tutela son los pilares para que una persona con discapacidad no deba sentirse inferior a nadie. Si vamos pidiendo comportamientos exageradamente protectores, ¿no les estamos reforzando en su papel de víctimas? Yo, personalmente, entiendo la dignidad de otro modo.

Además, según Electroduende, en los argumentos facilitados por este comunicado (que no está publicado en la página de CERMI, o yo al meno no lo he encontrado) figura el siguiente:

"Se nota por parte de los guionistas del programa en que carecen de algún
familiar, amigo, conocido con el problema de la tartamudez, sobre todo y
especialmente en las edades infantiles y juveniles puede llegar hasta el
suicidio social de los que la padecen, incluso en personas adultas",





Para empezar, el programa de LALOLA no creo que sea una serie para niños. Más allá de la aparición puntual de un personaje tartamudo, los contenidos no son los que nadie escogería para educar a la infancia. Así que CERMI saca los pies del tiesto. Se da el agravante, además, de que el argumento de la serie es algo completamente irreal (un hombre que sufre un conjuro que le convierte en mujer). ¿En este contexto de fantasía, dónde incorporamos la necesidad de ser políticamente correctos para que el reflejo de la realidad sea respetuoso?... Insisto... ¿quién ve realidad en LALOLA?


Creo que los comportamientos que demandan protecciones y tutelas exagerados infantilizan al sujeto. Bastante se nos protege en la vida real de no tomar medicinas en exceso, de no respirar el humo de los fumadores, de no fumar, de no beber, de comer sano, de ir al baño a nuestras horas, de no tomar antibióticos, etc.
Que nos dejen, al menos, el rincón de la ficción para preservarlo de fiscalización y supervisión. Que podamos, por ejemplo, encontrar a un hombre-anuncio en la tele, ya que ahora, como reflejo real de estas actitudes en la carne de políticos con muy poquito respeto a la mayoría de edad de los ciudadanos, nos han incorporado otra profilaxis más contra la pérdida del honor. Pero no hay menos honor y dignidad que perder nuestra libertad de actuación y decisión en aras de un orden supremo diseñado por megalómanos con complejo de institutriz. Eso sí, pido perdón al colectivo de institutrices por si pudiesen sentirse ofendidas con mi última frase.






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